Las Navidades se aproximan y lo más probable es que cometamos ciertos excesos con las comidas. En enero vendrán los buenos propósitos para el año nuevo y nos preocuparemos por mostrar una figura bonita. Sera entonces un buen momento para no dejarnos deslumbrar con promesas de perdida fácil de peso con dietas milagrosas. Lo que es importante es adquirir un hábito correcto de alimentación y mantenerlo en el tiempo; y nunca es tarde para empezar.

La primera digestión se hace en la boca

Aprovechando la motivación extra y las buenas intenciones para adelgazar, quizás sea el mejor momento para habituarnos a comer correctamente. Entre los hábitos correctos, además de la consabida dieta equilibrada, merece una consideración especial el hecho de masticar bien los alimentos y hacerlo un número determinado de veces.

Está comprobado que 'la primera digestión se hace en la boca', como suele decirse habitualmente. La masticación y la saliva juegan un papel muy importante para la buena digestión de los alimentos. La masticación es relevante porque permite compactar el bolo alimenticio, estimula la secreción de saliva y envía información al cerebro que hace que estimule la actividad contráctil y secretora del tracto intestinal.

Son estas señales que recibe el cerebro, si la masticación es prolongada, las que anticipan la sensación de saciedad. Si comemos muy deprisa las señales llegan cuando ya hemos acabado de comer -normalmente más cantidad de la que necesitábamos-, que es cuando aparece la (desagradable) sensación de pesadez. Por otra parte, tenemos más sensación de saciedad cuando comemos proteínas, que son más saciantes que las grasas.

Asimismo, los productos ricos en fibra, al inflarse en el estomago cuando se mezclan con líquidos, producen una presión estomacal que aumenta transitoriamente la sensación de saciedad. Masticar correctamente y el tiempo necesario nos permite, además, saborear los alimentos y nos ayuda a calmar el sistema nervioso, aumentando la cantidad de oxigeno en el cuerpo, lo cual reduce la ansiedad durante la comida y nos evita una digestión difícil.

Los macrobióticos dicen que cada bocado debería masticarse un mínimo de 50 veces, aunque los médicos no hablan tanto del número sino de la necesidad de reducir el tamaño de las partículas de los alimentos para facilitar el inicio de la digestión. La correcta masticación de los alimentos junto con la salivación facilita la digestión de la siguiente manera:

1) La amilasa salivar (el enzima que se produce en las glándulas salivares) inicia el proceso químico de la hidrolisis del almidón, es decir, rompe en cadenas más cortas las cadenas de glucosa que forman dicho almidón, lo que comporta una buena absorción en el intestino.

2) Lo mismo sucede con la lipasa salivar, el enzima que ataca los lípidos.

3) La saliva, además, no solamente lubrifica los alimentos sino que permite contrarrestar la acidez que ataca al esmalte.

En personas con problemas de masticación, debido a patologías mandibulares, se ha comprobado que una parte importante sufre trastornos digestivos, como ardor, distensión abdominal, diarrea o estreñimiento. La corrección del problema con prótesis dentales hace que en la mayoría de los casos desaparezcan las molestias digestivas.

En definitiva, una correcta masticación, además de facilitar la digestión, contribuye a ingerir menos calorías, lo que resulta claramente favorable en cualquier dieta de adelgazamiento. Debemos tener presente, además, que a medida que envejecemos las necesidades calóricas disminuyen y, por tanto, es inmensamente conveniente adquirir el buen hábito de levantarse de la mesa sin la molesta sensación de plenitud gástrica, harto incompatible con una dieta saludable.