La reputada actriz y expresidenta de la Academia de Cine, Mercedes Sampietro, vivió uno de los momentos más esperados de la noche de los Goya al entregar el 'cabezón' de mejor actor al ganador de la noche, Javier Gutiérrez, junto con otra veterana actriz, Concha Velasco. Cientos de miles de ojos que seguían la gala en directo y desde sus casas se fijaron en sus facciones -traduciendo la emoción contenida en cada gesto- pero también recorrieron, curiosos, los looks elegidos para la gala. Uno de los platos fuertes de la noche.

El de Sampietro, un conjunto de blusón y falda color azul noche, había sido elaborado en el atelier de la modista viguesa Raquel Ferreiro, que lleva desde 2013 asentada en Madrid. La diseñadora, antes arquitecta, se estrenaba así en los premios grandes del séptimo arte español. "Fueron mis primeros Goya y los viví con mucha emoción, estaba hasta nerviosa al ver la retransmisión", aseguró a FARO la diseñadora."Ha sido toda una experiencia porque siempre establezco un vínculo especial con cada chica para la que diseño, que va más allá de la prenda; es lo mejor de mi trabajo", añadió.

La modista viguesa confeccionó para la actriz dos piezas elaboradas en crepé de seda con detalles de bordado de pedrería en el centro delantero y en los puños; ideado para la ocasión. "La hilera de piedrecitas en vertical de la blusa, con las que también decoramos los remates de las mangas, fueron un guiño a la Arquitectura, una materia en la que tuvimos mucho feeling, también por ser la ocupación de su marido", reconocía la gallega. Tal y como ya manifestaba en una entrevista, el marido de Mercedes Sampietro -sobrino del pintor Millares y profesor de la Complutense durante muchos años-, comparte con ella profesión.

Y Ferreiro, apasionada del diseño y tras finalizar la carrera de Arquitectura y acumular experiencia, dio un giro y empezó una nueva carrera en el mundo del diseño de moda.

Pero eso también habla de cómo trabaja la viguesa a la hora de hilar no solo la confección de las telas, sino las señas de identidad de la persona a la que viste y que luego trata de trasladar al diseño. Para que los vestidos hablen por sí solos, pero no exclusivamente de quien los hizo -que también deja su impronta-, sino de quién es la mujer que lo lleva. "No conocía a la actriz personalmente, pero contactamos a través de una estilista, De Echegaray. Vino aquí y sintonizamos muy bien", reconoce la viguesa.

Su pasión por la moda y los tejidos ha llevado a Ferreiro a la confección de personalísimos vestidos de novia, cuyo coste va desde los 2.500 euros, y a trabajar con un equipo de cinco personas trajes tan exclusivos y trabajados que cualquier vestido de invitado asciende a unos mil euros. "Tienen mucho trabajo detrás", defiende.

Pero, volviendo al traje hecho para la actriz barcelonesa, "la parte superior de la blusa estaba más estructurada, mientras que la falta era más fluida, con un toque de cola con el que queríamos dar un aire de fiesta". El look se cerró tras varias pruebas y una conversación previa. "Me contó su estilo, porque como con cualquier persona con la que trabajo me gusta conocerla más a fondo para poder diseñar algo con lo que se pueda sentir identificada, aunque es inevitable dejar tu marca", reconoce Raquel Ferreiro. "Para mí es importante que la persona se sienta cómoda; quieres verte súper guapa, pero seguir siendo tú", añade.

¿Qué destaca de su trabajo? A pesar "de correr el riesgo de resultar ñoña", la diseñadora confiesa que "conocer a tanta gente maravillosa es especial para mí, recuerdo con cariño a todas las personas a las que hemos confeccionado una prenda".