Los típicos bordados artesanos de las chaquetas y jerséis de punto tejidos con mimo por madres y abuelas tienen esta temporada su traducción más sofisticada en la llamada tendencia "embroidery", que no es otra cosa que esos bordados con aires folk, propios de algunos trajes regionales, entre ellos los típicos del Tirol y de algunas zonas de Rusia.

En España existe la versión lagarterana, aunque no sea exactamente lo mismo. El caso es que los grandes de la costura se ha fijado en este modo de adornar las prendas y han decidido adoptarlo en jerséis de punto y vestidos de cóctel, indistintamente. Eso sin olvidar los abrigos y chaquetones que parecen este año auténticos tapices.

Uno de los grandes culpables de la fiebre por los bordados que recorre Europa es Alessandro Michele, de Gucci, así como Alberta Ferretti y Dolce&Gabbana, siempre dispuestos a destacar el valor de las vestimentas tradicionales.

Los bordados aportan romanticismo y elegancia a las prendas, que se llenan de aves, flores, plantas y motivos que recuerdan a la moda oriental que trajo el Romanticismo del siglo XIX. La verdad es que lucir un abrigo Gucci lleno flores y pájaros no es fácil, pero, sin duda, quien se atreva llamará la atención.

Y si hay una textura en la que el suave tacto del hilo destaca de forma especial, ésa es el punto. Este invierno será el de los jerséis de todo tipo, muchos de ellos repletos de bordados.

Este nuevo auge del bordado también ayudará a recuperar una maltrecha industria artesana, en la que apenas quedan profesionales, incapaces de resistir el descenso de los encargos y la dura competencia de precios que llega de China y La India. Así que ya sea en versión barroca, tribal o étnica a tope, los bordados no pueden faltar en el armario.