Al cambiar de empresa, David González decidió aprovechar la ocasión para dar un giro radical a su imagen. De los tejanos y la camisa de cuadros pasó al traje y corbata en un entorno -una multinacional de tecnología aeroespacial- donde el estilo informal no está mal visto. "Yo era el mismo, pero me di cuenta de que la mirada de los demás era diferente, me respetaban más, mi punto de vista era más escuchado... ¡tenía más credibilidad! Al principio lo hice para diferenciarme e intentar compensar mis facciones aniñadas, pero ahora se ha convertido en mi seña de identidad", relata este ingeniero de carácter afable.

De lo que no es tan consciente es de que el simple hecho de llevar traje también ha modificado su actitud. Al menos, en el trabajo. Según el estudio 'Las consecuencias cognitivas de la vestimenta formal', en el que han colaborado la Universidad de Columbia y la de California, este tipo de ropa mejora las aptitudes mentales y físicas. ¿Exagerado? Los tests realizados en individuos de diferente sexo y extracción social demuestran que algo ocurre en nuestro cerebro cuando nos enfundamos en ropa elegante y nos sentimos una persona nueva. "Se incrementa el pensamiento abstracto", un aspecto importante en "la creatividad y la estrategia a largo plazo", constata el estudio.

Ilustración de Oriol Malet

"A mí también me sorprendió este hallazgo, que seguramente es consecuencia del sentimiento de poder que otorga la ropa formal. Hay muchos efectos colaterales en relación a lo que nos ponemos, y por supuesto también influye la percepción de los demás", razona el doctor en Psicología Abraham Rutchick, uno de los directores de la investigación. Los expertos en moda suscriben la tesis. "Lo que llevamos acaba conformando nuestra personalidad. Incluso si eres de carácter relajado y fantasioso, cuando te pones un traje te vuelves más rígido, riguroso e incluso conservador. A base de adoptarlos, los códigos profesionales influyen en nuestra mentalidad", sentencia Vincent Gregoire, asesor de imagen y especialista en tendencias de la agencia Nelly Rodi de París.

"La moda siempre es poder, a lo largo de la historia se ha utilizado como símbolo, tanto de estatus económico como de autoridad", recuerda Pilar Pasamontes, directora científica de moda de la Escuela Superior de Diseño de Barcelona. Si para los hombres el símbolo sigue siendo básicamente el mismo desde hace 300 años, en las mujeres el ropaje ha evolucionado a medida que han ido ganando espacio en el ámbito laboral. "Muchas llevan traje chaqueta con falda y unos buenos tacones, que te dan energía y la sensación de que dominas más", analiza la profesora.

Llevar siempre lo mismo está bien visto en los hombres; cuando se trata de una mujer, la cosa cambia: a ellas se las juzga más por su atuendo

Otra investigación, centrada en la población masculina, asocia los hombres trajeados a una mayor capacidad de negociación. Publicado en el 2014 en una revista científica norteamericana, el estudio revela además que presentan unos índices de testosterona más elevados que los que visten de manera informal. "Llevar ropa que se identifica con la clase acomodada induce dominación, lo que se traduce en negociaciones más provechosas", concluye el estudio. "Si das la impresión de ir cuidado, la gente te trata de forma diferente y tú te sientes diferente. A primera vista, refuerzas la idea de que eres una persona seria", analiza Lluís Botella, profesor de la facultad de Psicología de la Universitat Ramon Llull. "El traje provoca una interacción social que no es en absoluto banal. Lo que llevas transmite unos valores, es un posicionamiento identitario", resume.

José Luis Cañabate, experto en comunicación no verbal y director para Latinoamérica de la Fundación Universitaria Behaviour & Law, basada en Madrid, distingue entre la negociación distributiva y la competitiva, en la que el objetivo es obtener el máximo posible del otro. En esta última, afirma que "la ropa formal te sitúa en posición de ventaja, establece distancia", mientras que en la negociación distributiva, un estilo informal resulta más beneficioso porque emite un mensaje de "empatía, proximidad y conciliación". A juicio de Cañabate, la producción de testosterona va más ligada al ascenso en la escala social de cada grupo que a la vestimenta. Y eso vale tanto para el ejecutivo como para el líder de una tribu urbana ataviado con collares de pinchos.

Un ejemplo claro sería el propietario de Facebook, Mark Zuckerberg. Su forma de vestir -utiliza invariablemente camiseta gris y tejanos- tiene algo de monacal y transmite la idea de que lo importante no es el envoltorio sino el cerebro. Pero en opinión de los expertos, este estilo se ha acabado convirtiendo en un uniforme, en la seña de pertenencia a un mundo, el de las nuevas tecnologías, cuya élite marca la pauta desde Silicon Valley. "Zuckerberg es el macho alfa del grupo", afirma Cañabate, por lo que su sencillez indumentaria no es más que "una impostura".

El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg. Foto: Reuters

Llevar siempre lo mismo está bien visto en los hombres, pero cuando se trata de una mujer la cosa cambia. "Se atribuye a una falta de cuidado personal. A ellas se las juzga más por cómo van vestidas, y deben preocuparse más por el estatus, ya que si van demasiado de colegas temen acabar llevando el café. Esto sucede aún en muchas empresas", expone Botella. Harta del estrés que le provocaba elegir su atuendo cada mañana, Matilda Kahl, joven creativa publicitaria de Nueva York, decidió vestirse siempre igual para ir a la oficina, con camisa blanca y pantalón y chaqueta negros. Una forma de protesta contra las convenciones que, una vez expuesta en las redes sociales, ha derivado en fenómeno viral.

"Si utilizas el negro y estás deprimido, te abatirás más; llevar algo falso te hace sentir inseguro, es como copiar en un examen", explica el profesor Lluís Botella

Startups aparte, en la mayor parte del mundo laboral el traje y corbata parece tener cuerda para largo. A Vincent Gregoire no le cabe duda. "Un tío vestido así produce más testosterona, porque explota su lado guerrero, se siente el rey del mundo. Especialmente si lleva un tres piezas -con chaleco-, que es una ropa que constriñe, pero al mismo tiempo otorga prestancia, estructura la silueta", sostiene este gurú de la moda, que asesora a las marcas más prestigiosas. "Lo que más detesta el mundo de los negocios es la imagen descuidada", apostilla.

"Soy fiable, pero también cercano"

En algunos ámbitos, como el académico o el de la comunicación, introducir en la ropa formal un toque de rebeldía -calcetines chillones, pulsera étnica, bambas rojas...- refuerza la autoridad y la captación de la audiencia. Según los estudios publicados en el Journal of Consumer Research, los individuos que rompen ligeramente la norma son percibidos como "más competentes y con un estatus más elevado" porque su imagen sugiere que tienen suficiente poder como para tomar riesgos. "Es un guiño que transmite una doble idea: soy fiable, pero también cercano; no soy del montón, ¡tengo personalidad!", resume Pasamontes. "Primero adoptas los códigos de tu grupo social, y una vez en el interior, puedes permitirte alguna transgresión que envíe el mensaje de singularidad", analiza Gregoire.

La sensación de autoridad también está ligada a determinados uniformes. Otro estudio, publicado en el 2012 en el Journal of Experimental Social Psychology, obtuvo resultados muy llamativos al respecto. Los individuos a los que se les dijo que la bata blanca que llevaban era la de un médico se comportaron con mayor seguridad y cometieron menos errores en los tests que aquellos a los que se les hizo creer que correspondía a un pintor de brocha gorda. "La bata blanca marca estatus, los médicos son los únicos profesionales que salen a la calle con ella, y si les confunden con enfermeros ya bajan de nivel, por lo que muchas veces llevan el estetoscopio para que les distingan", ejemplifica Botella. No siempre el efecto es positivo. Más de un facultativo ha optado por quitarse la bata ante el temor que provoca en un niño.

En la misma línea, Botella cita el experimento realizado con un grupo de estudiantes en el que unos hacían de carceleros y otros de prisioneros. "Los que representaban el papel de guardianes se acabaron comportando como si estuvieran en Guantánamo, y en parte era por su atuendo", indica. "El uniforme acaba siendo una parte de ti, se te engancha al cuerpo y conforma tu identidad. Les sucede mucho a los militares, que cuando llegan a casa se siguen comportando como en el cuartel", comenta el psicólogo.

¿Y qué sucede con los colores? ¿También condicionan nuestro carácter? A raíz de los Juegos Olímpicos del 2004, en los que se observó que en los deportes de combate ganaban más los que llevaban un equipamiento rojo que los que iban de azul, se llevó a cabo una investigación sobre los efectos psicológicos de ambos colores. El resultado constata que cuando los mismos deportistas lucían el color de la sangre eran capaces de levantar pesos más pesados y presentaban una frecuencia cardiaca superior, aunque ello no se traducía forzosamente en una victoria. "El rojo comporta intensidad y acción, por lo que se tiende a rendir más con este color. Pero depende del ámbito, en algunas actividades es mejor no utilizarlo porque neutraliza las capacidades creativas", revela Cañabate.

"El rojo en el deporte otorga una fuerza y energía increíbles. Fuera de los estadios, en las mujeres encarna el amor, y a la vez es subversivo, no en vano es el color de los superhéroes. En cambio, en el hombre el color fetiche es el azul, simboliza el cielo y te hace parecer más inteligente", sentencia Gregoire. Los expertos coinciden en señalar el efecto del negro en el estado de ánimo. "Si utilizas este color y estás deprimido, te abatirás más, por eso se evita en los geriátricos", subraya Botella.

El rojo otorga fuerza y energía. En la foto, el piloto de Ferrari Sebastian Vettel. Reuters

Llevar prendas o accesorios que aparentan lo que no son tampoco potencia nuestras capacidades. Un estudio, publicado en la revista Psychological Science, observó la reacción de un grupo de mujeres al llevar unas gafas de sol de marca de lujo auténticas y unas falsificadas. El hecho de saber que eran una copia fraudulenta incitaba un comportamiento sospechoso y poco ético, mientras que cuando lucían el modelo original actuaban con mayor autoconfianza. "Llevar algo falso te hace sentir inseguro, es como copiar en un examen", constata Botella. "La convicción es fundamental. Si vas a un buen restaurante bien vestido, disfrutarás más del entorno, de la misma manera que no es lo mismo beber vino en copa de plástico que de cristal. El cuerpo debe estar en sintonía con la mente", resume Pasamontes.

Lo que nos devuelve a la tesis de la ropa como condicionante, incluso de nuestra estructura mental. Quienes visten formal se definen como más competentes y racionales, mientras que los que optan por el informal se consideran más simpáticos y relajados. "Seguramente ya tenían esa tendencia, pero la vestimenta que llevan la multiplica", concluye el psicólogo. Así que, ya sabe, si quiere ser un triunfador, vístase como tal.