La crisis económica parece no afectar a la estética de la moda, que sigue apostando por el lujo, según los diseñadores que han presentado colección para el otoño-invierno 2013-14 en la pasarela de Milán. Unos creadores lo exhiben con ostentación y otros lo muestran en su aspecto más sobrio y refinado.

Y es que la estética del lujo sigue marcando tendencia. Es una de las conclusiones a que se llega tras las presentaciones de la moda femenina para el otoño-invierno 2013-14 que se han ido desarrollando entre febrero y marzo. Aunque falta algo de perspectiva para poder establecer cuáles de las ideas presentadas acabarán llegando a la calle, se puede afirmar que la crisis económica que afecta especialmente al sur de Europa no se está viendo plasmada en el estilo de la ropa ni en la forma de presentarla.

Quedaba patente en la semana de la moda de Milán, una de las más reconocidas del circuito, con desfiles en que las modelos lucían pieles auténticas, bordados de pedrería, sedas y encajes y otros elementos representativos de la industria del lujo. Aunque es cierto también que la crisis económica y el auge de nuevos mercados en otros países y continentes están condicionando el trabajo de las firmas de moda. La forma de salir adelante en este momento económico tan inestable es lo que varía de una empresa a otra.

Mientras firmas como, por ejemplo, Giorgio Armani o Salvatore Ferragamo optan por recurrir a un estilo de ropa realista y refinada, que pueda llevar en el día a día una mujer con un cierto nivel profesional y económico y con cultura estética, Dolce & Gabbana siguen expresando creatividad y espíritu artístico con prendas no fáciles de vender, pero visualmente muy atractivas.

Si se citan estos dos ejemplos es porque representan cada una de esas tendencias contrapuestas y porque el veterano Armani criticaba, de forma poco velada por cierto, a sus colegas de profesión alegando que "no se trata de sacar a modelos con coronas en la cabeza, sino de ver qué se encuentra luego en las tiendas".

En definitiva, dos maneras de ver las cosas. La suya, más sobria; la de los otros, colorista e intencionada, pues tanto sus estampados (vírgenes, cristos, mosaicos bizantinos) como sus materiales (prendas inspiradas en mantillas y en casullas de monaguillo) remitían a la religión.

También se apreciaba esa diversidad en la manera de plantear los desfiles. Para Dolce & Gabbana, como para los gemelos canadienses Dan y Dean Caten, de DSquared2 (así lo aseguraban en una entrevista concedida hace unos meses al Magazine), la moda es espectáculo. El desfile de estos lo fue sin duda, ya que convirtieron la pasarela en un club de jazz del Harlem de los años 40-50, con sus músicos y sus clientes.

Las modelos llevaban vestidos de noche de auténticas divas o trajes masculinos feminizados con complementos bien visibles, ostentosos y brillantes, todo en un entorno de glamur y refi namiento. Cualquier opción es válida y cada cual tiene su público.

Si es verdad que hay un consumidor que busca la calidad, el refinamiento y durabilidad que ofrecen las firmas históricas, esas que ahora venden savoir faire y el prestigio que otorga su herencia, hay otro, especialmente el procedente de los nuevos mercados, que espera los artículos de lujo que han hecho famosas a las firmas europeas y que les identifiquen como pertenecientes a una clase pudiente; la moda es para ellos, como lo fue para Occidente en los años 80, una expresión de estatus.

Lo tiene claro Donatella Versace, que parece haber rebuscado en los archivos de su hermano Gianni

(fallecido en 1997) para recuperar el estilo que le hizo famoso en su mejor momento. Y está, dicen los expertos, la cuestión del gusto: los mercados ruso, de Oriente y países árabes se decantan por una moda que les permita exhibir poder y riqueza. En general, las tendencias apuntan a un otoño-invierno en que no se va a escatimar en materiales, como las pieles, a pesar de las acciones de grupos defensores de los animales, anecdóticas si se quiere, como la joven que saltó a la pasarela de Just Cavalli con una pancarta en la que decía "Vuestra moda es su muerte".

No sólo Roberto Cavalli propone prendas de piel, también Marni, DSquared, For.Me (la nueva marca de tallas grandes de Elena Miró, denominada así por su doble signifi cado, formas en italiano, para mí en inglés), entre otros, mostraban estolas, abrigos, chaquetas, incluso faldas en algún caso, en astracán, mouton, zorro...

Y Miuccia Prada, con una de las colecciones más comentadas y aplaudidas de la semana milanesa, para la que proyectó un tenebroso y misterioso escenario tan digno de un Hitchcock posmoderno como lo eran las mujeres que llevó a la pasarela, impecablemente vestidas, como sus heroínas, pero con un toque de imperfección muy actual.

Otro aspecto destacable de las tendencias es una cierta masculinización de las prendas y, una novedad, Armani dixit, es que la mujer podrá bajarse de los tacones sin dejar de ir a la moda; los zapatos planos se permiten incluso con la ropa de fiesta.