El domingo pasado, los Goya –y este, los Oscar– son algo más que una ceremonia de entrega de premios para el cine. También la moda lo vive como una gran fiesta, y las firmas se esfuerzan para conseguir que sus trajes luzcan en el cuerpo de cuantos más famosos y famosas, mejor.

Estar invitado a una fiesta de entrega de premios, sean los Goya o los Oscar, y con posibilidad de galardón o no, significa convertirse en el escaparate viviente de una firma de moda. Incluso las estrellas con más caché –y que pueden permitirse comprar el traje más caro del mundo– prefieren prestarse a exhibir los modelos de diseñadores de cuanto más prestigio, mejor. Así, todos ganan: las estrellas se evitan ir de tienda en tienda o de taller en taller para hacer su propia elección y se ahorran el precio de la ropa; las firmas consiguen una publicidad si no gratuita casi, y asociar su marca a la de un personaje popular sobre el que se centrarán millones de ojos. Las estrellas saben que nada más pisar la alfombra roja su nombre se unirá irremediablemente al de la marca de la ropa, los zapatos, el bolso o las joyas que lucen. Y por si a alguien le quedaran dudas, a la mañana siguiente, en las redacciones de los medios de comunicación, los departamentos correspondientes reiterarán esa información acompañada de una foto que la corrobore.

La existencia de ese sistema de préstamo –o regalo en algunos casos– de los modelos que se llevan a las fiestas es un secreto a voces. Todo el mundo lo sabe, pero aun así las firmas que lo practican son muy herméticas sobre el funcionamiento de sus departamentos de atención vip, y resulta difícil que revelen, de antemano, a quién van a proponer que luzca sus modelos. La razón principal es que, aunque el famoso o la famosa en cuestión haya aceptado de entrada el ofrecimiento, puede cambiar de opinión incluso pocas horas antes del inicio de la ceremonia.

Por supuesto que la primera lista de nombres incluye a los nominados, y a continuación estarán los invitados de renombre, porque cuanto más popular es el personaje, más retorno publicitario se obtiene.

Lo que suele hacerse es seleccionar a artistas y famosos que a la firma le parecen representativos de su estilo, o aquellos con los que suelen tener una buena relación. Se ponen en contacto con ellos y, una vez aceptada la propuesta, el siguiente paso será mandarles varias opciones para que elijan las que más les gusten. Una tarea nada fácil, ya que si no se acierta con los deseos o el estilo de la persona, esta puede decidirse por otra firma. También hay que poner especial cuidado en evitar coincidencias si se viste a más de una celebridad. Empleados de la marca suelen desplazarse a Hollywood para atender personalmente a los elegidos y hacer ajustes, o bien un nuevo modelo si se trata de alguien con una talla poco ¬convencional.

Las colecciones de alta costura, es decir las que se hacen mediante procesos artesanales y en ediciones limitadas, son las más apreciadas por las famosas, aunque las firmas que la hacen no son las únicas en llegar a la alfombra roja. Con frecuencia se trata de prêt-à-porter, pero de diseñadores, como Carolina Herrera, Zac Posen y otras, que ponen especial cuidado en la ropa de fiesta. No siempre los modelos que se ve en las ceremonias son los presentados en los desfiles (a veces se trata de colecciones especiales o modelos exclusivos elaborados pensando en algún personaje en concreto), y casi nunca se trata de los más extravagantes –ha habido notorias excepciones, como la de la cantante islandesa Björk con su espectacular y extraño traje de cisne, por ejemplo–.

Tampoco existe una correspondencia muy directa entre las tendencias de los desfiles y las de la alfombra roja. La ropa de gala tiene sus propias reglas y, a juzgar por lo que se vio en los Globos de Oro, la última gran fiesta de Hollywood, las estrellas prefieren mostrar escote que piernas, y una silueta estilizada en la mayoría de los casos. Y, si se quiere aparecer sexy, con la línea sirena, es decir, cuerpo ajustado y amplitud a partir de la rodilla.