A través del personaje de Blanca, la protagonista de su segunda novela -con abundante carga personal-, 'También esto pasará' (Anagrama/Ara Llibres), Milena Busquets (Barcelona, 1972) conjura la figura de su difunta madre, la escritora y editora Esther Tusquets. Sensación de la pasada Feria del Libro de Frankfurt, con los derechos traducción vendidos a numerosos países, la obra funde ligereza y profundidad para retratar a una mujer a la que la pérdida del referente materno sume en cierto vértigo existencial.

Durante este proceso de introspección y duelo, Blanca encuentra en la figura masculina una forma pasajera de curar heridas y, a la vez, aumentar el diámetro del vacío y el desconcierto. Mediante un desfile de exparejas, amantes, potenciales piezas de caza mayor y sujetos de difusa catalogación sentimental, la escritora revela una faceta de antropóloga del amor y del sexo con notables dosis de honestidad y descaro.

Un amplio espectro de hombres puede verse reflejado en las tipologías que describe, en sus delitos y faltas, en sus dones y haberes. En definitiva, los tiene "calados". "Tras largos años de estudio y trabajo de campo, no me sorprende nada de la forma de ser masculina -declara-. Mi madre decía que si hubiese dedicado el tiempo y atención que he dedicado a los hombres a algún otro campo, tal vez hubiese hecho algo importante, tipo encontrar una cura para el sida...". La humanidad pagó un alto precio por tan persistente consagración al otro sexo, pero, cuestionada por los réditos personales, se filtra cierta dosis de amargura al asegurar que "de los tíos he aprendido que ´el infierno soy yo´".

Quienes en las páginas de la obra distan de ser un infierno son los antiguos amores, con quienes la protagonista conserva una complicidad y confianza exacerbada. Lo mismo que su creadora, quien asegura que "para mí, el secreto para mantener una fuerte amistad con un hombre ha sido acostarme con él. Mis mejores amigos son mis exparejas".

Sobre su hombre ideal, cita términos como "sencillez", "cuerpo fuerte" y "nada que demostrar", y no muestra interés porque adopten rasgos característicos de la mujer: "Ellos son cada día más femeninos, no echemos más leña al fuego". En cuanto a sus virtudes más comunes, se queda con "saber cambiar bombillas y poner gasolina en el coche sin hacer el ridículo". Señala "la sonrisa" como su principal arma de seducción y considera que la única forma de que funcione una pareja sentimental radica en "tener ya una edad avanzada y que uno de los dos se muera".