A sus 45 años y con 30 millones de discos vendidos, la cantante norteamericana Anastacia vuelve al ruedo musical tras vencer una segunda batalla contra el cáncer de mama. Lo hace con nuevo disco, compuesto prácticamente por ella, con el elocuente título de Resurrección y el mensaje de aprender a encarar los malos momentos de la vida. El tema estrella, `Stupid Little Things´ (cosas estúpidas sin importancia), reflexiona sobre ese "pensar sin parar" que considera tan femenino. "Nosotras somos así, no lo podemos evitar. Ese ahondar en las pequeñas cosas como si fueran grandes y darle vueltas y vueltas a todo hasta agotar y agotarse es muy nuestro. Está en nuestro ADN. Hombres y mujeres somos diferentes, y aunque apoyo por completo los avances de las mujeres sobre igualdad, pienso que no estamos destinados a hacer las mismas cosas, fundamentalmente por el peso de la tradición".

Para la cantante, no se puede tener todo. "No se puede ser madre y presidente de gobierno. Tiene que haber unas prioridades, y si estás en lo uno, no estás en lo otro. Es imposible. El hombre no tiene ese problema porque la mayoría de ellos no siente el lazo de la paternidad con la fuerza con que la mujer siente la maternidad. No está en su naturaleza. Quieren, pero no están hechos para eso. Cuando decides ser madre, te comprometes de por vida, y tus hijos se colocan en el número uno de tu escala de valores personal; no todos los hombres están dispuestos a sacrificarse y a renunciar a parte de su vida por eso. Ni lo espero de ellos. En lo familiar, soy muy tradicional".

Sin embargo, en muchas de sus canciones, a la hora de enjuiciar a los varones, no da puntada sin hilo. "Es que me han roto el corazón a menudo; no me ha ido bien en esto, la verdad, y aunque detesto esa vulnerabilidad que me invade cuando ocurre, la vida me ha enseñado que al final todo se coloca en su sitio". No soporta la mentira en general "y la del hombre en particular, porque parece que le sale sin esfuerzo. Un hombre que miente es un inmaduro, débil y egoísta incapaz de afrontar la realidad de su vida. Y a mí esos me interesan poco".

No encuentra, sin embargo, un rasgo masculino que le ahuyente "porque no pretendo que ellos sean como yo, ni quiero ser como ellos. Si tienes esto claro, es más sencillo. Es más lo que me une que lo que me separa. Me gustan; me gusta su olor. La fuerza que te trasmiten cuando te abrazan; a estas alturas aún creo en el príncipe azul. Me temo que seré siempre una romántica empedernida. También valoro al hombre con sentido del humor. Se me puede enamorar sólo con eso y sin que me dé cuenta".