¿El arte no resulta algo lejano en estos tiempos en los que la vida de muchas personas ha sufrido una regresión a sus niveles más elementales?

Todo lo contrario. El arte es una mirada y un acercamiento a la realidad en un estado de esperanza, algo que nos obliga a mirar más allá y motivarnos. Es un motor. Las dificultades no son un acicate pero sí un factor más que contribuye a crear el arte de nuestro tiempo.

¿Su trabajo como editora y promotora de arte se resiente de esta coyuntura?

Por supuesto. Éste es un momento que requiere de nosotros un mayor compromiso humano, profesional y financiero. Existe un riesgo, pero eso siempre es bueno, en tiempos de bonanza todo resulta más fácil, aunque siempre suponga un gran esfuerzo. Pero no sólo en España, también fuera, días atrás estuve en Múnich y en Oxford; la semana pasada, en Berlín y Londres, y la gente está luchando con actitud de seguir adelante. Lo que ayuda a resolver los problemas es no pararse, siempre vendrán tiempos mejores. Ésa es la idea que trato de transmitir a mi equipo. Antes teníamos una ilusión de control sobre las cosas, una sensación previa de que todo iba a salir bien. Yo abro Ivory Press en España en 2008, por lo que puedo decir que aquí nunca he conocido un tiempo mejor que éste. Fuera de España, sí. Desde finales de los noventa y hasta 2008 fueron momentos de una gran estimulación, un constante devenir de creaciones nuevas. Ahora es todo más difícil, pero hay que inventar la forma de incorporar patrocinios, alentar la generosidad y el compromiso social más que el cuidado de legados personales.

¿El arte y la cultura en general dependen, entonces, del mecenazgo?

Siempre he creído más en ayudar a quien tienes al lado que en grandes organizaciones. Es el momento de que las personas significativas, con patrimonios importantes, contribuyan a avivar el mundo del arte. Lo mismo ocurre con museos y fundaciones, que antes disponían de más aportación pública y los gestores eran más bien administradores. Ahora el director y el comisario tienen que ser emprendedores, todos tenemos que serlo. Yo lo hago, ahora tengo que ser emprendedora financieramente hablando y hacer llegar lo que hago al mayor número de personas posibles, multiplicar los contactos. Es una manera de incentivar, inspirar y promocionar. Nadie que ha hecho algo se ha quedado quieto. Goya era un gran emprendedor, como lo fue Picasso, como ha de serlo cualquier artista joven contemporáneo, que sin ambición no saldrá adelante.

Usted era profesora universitaria, investigadora, con una carrera bien trazada, que en un momento determinado abandonó para dedicarse a algo muy distinto, lo que demuestra una gran capacidad de cambio.

Más bien, de adaptación. Fueron veinte años de trabajo universitario y dieciocho los que llevo dedicada a la edición. Aquella fue una vida muy intensa y fructífera, pero en un momento determinado pesó mucho más mi vida personal. Fue una opción.

Además tiene otra vertiente, la de personaje televisivo, como conductora de 'Hablemos de sexo'.

Fue un trabajo de un año nada más, y los fines de semana. Tuvo una enorme repercusión, pero fue anecdótico. Fue el resultado del interés de que la psicología estuviera presente en los medios de comunicación y resultó fantástico. Me encuentro satisfecha de lo que hice, pero nunca miro atrás.

¿Para alguien que salta de un país a otro es perceptible la sensación de fracaso del proyecto europeo?

Es un momento de incertidumbre, de confusión, pero tenemos que aprender a vivir con la incertidumbre. Hay que obviar las palabras éxito y fracaso, dejar de hablar en esos términos en el proyecto europeo y en el proyecto personal de cada uno.

¿Está volviendo la psicóloga que hay en usted?

No. Es un problema de actitud. Creo que hay que levantarse por la mañana con una cierta paz para no moverse entre la euforia y la depresión. Hay que aceptar que vivimos en un mundo incierto, que la civilización está siempre en movimiento y la única constante es el cambio. El cambio no puede ser predicho, y hay factores impredecibles, económicos y sociales, que no podemos controlar. Eso ocurre en el microcosmos de la familia, del matrimonio, de los hijos, de la educación, en la ciudad donde vives y en Europa. Hay que asumir que la vida humana es frágil e incierta, aceptar que el control no existe, lo único que hay es la ilusión de control. Sólo cuando aceptamos eso podemos vivir con una cierta comprensión hacia los otros y hacia nosotros mismos.

Hay un biógrafo de Norman Foster que sostiene que usted ha sido el auténtico revulsivo de sus últimos casi veinte años.

Es la interpretación del autor, pero resulta evidente que cuando dos personas viven juntas hay una constante influencia.

Hubo un tiempo en que Foster y Calatrava mantenían una dura pugna y hoy Foster pasa por ser el número 1, mientras que Calatrava es un arquitecto en entredicho.

La historia es sabia y en última instancia es la que elige. Los verdaderos innovadores y visionarios son el hombre y la mujer curiosos y humildes, que viven en un reto constante y sin creerse dios ni pretender tener la razón en todo. Mi marido es de los que constantemente se cuestiona su trabajo.

Proyectos surgidos en momentos más propicios son objeto hoy de reproche social y se consideran algo superfluo que se ha comido los recursos ahora necesarios para otras cosas.

No son cosas superfluas. Lo que ocurre es que ahora hay que buscar vías de utilización más adaptadas a estos nuevos tiempos. Ya no se trata sólo de montar exposiciones en estos espacios; hay que buscar alternativas, no quedarse parado y lamentándose o haciendo reproches, porque en un momento determinado nadie reprochó lo que se hacía en estos espacios.