"No cambiaría ni una coma de mi discurso de los Goya", afirma con seguridad la actriz -y ganadora de ese premio- Maribel Verdú. Lo dice sin aspavientos ni explicaciones. No es "en absoluto" activa en las redes sociales, así que pudo abstraerse de los muchos comentarios que provocó (criticó los desahucios y los recortes). La actriz se declara realista, luchadora y tiene fama de no callarse lo que piensa, pero matiza que "aunque creo que guardarse algo es muy malo para la salud, he aprendido que la verdad hay que decirla siempre en su justa medida. Una mentira piadosa a tiempo puede ser muy importante". A veces, tener opinión está mal visto: "No debería ser así pero?".

Sueña "con que todo mejore de una vez, con que todos podamos ver un poco de luz entre tanta oscuridad". Pero sueña sin dejar de tener los pies muy en la tierra, por eso considera que, hoy en día, el optimismo "es una quimera". Ella ha tenido muchas oportunidades, y buenas, para ir a Hollywood, pero "siempre las desestimé; seguramente, ahora me lo replantearía".

Al principio de su carrera sus personajes eran todo fragilidad y solían perder el pulso con la vida; los que interpreta ahora suelen llevar las riendas firmes. En la vida real, se reconoce en unos y otros, según el momento: "Sería muy duro ser siempre muy fuerte o ser siempre muy frágil". A sus 42 años, puede presumir de una larguísima carrera. Empezó muy joven y mantiene el gusto por su oficio "con pasión, humildad y muchísima disciplina; el entusiasmo es parte fundamental de mi carácter y espero no perderlo nunca", comenta. Ha trabajado mucho y sin dejarse "nada" por el camino.

Tuvo un parón de dos años que superó "gracias a mi carácter luchador y cero autocompasivo y, por supuestísimo, gracias a la gente importante de mi vida". Como su marido, Pedro Larrañaga. Llevan mucho tiempo juntos. "De él se me ha pegado ser más prudente", comenta.

El teatro la atrapa "por la inmediatez y por construirse con momentos únicos e irrepetibles; no hay copias, es lo que ves en ese momento, a esa hora y en ese lugar, me parece mágico", señala. Es una gran lectora y, entre sus libros de cabecera, destaca tres "que tienen mucho que ver con estos momentos que estamos viviendo": Los Baldrich y La estación perdida, de Use Lahoz, y El día de mañana, de Ignacio Martínez Pisón.

A Maribel Verdú le interesa la moda y sabe cuidar su piel y su belleza, buscando mejorar sin aspirar a la perfección: "No existe y buscarla me haría una infeliz y una inconformista", declara. Cree que "la cara es el espejo del alma" y apunta que le gusta "dormir y reír mucho". ¿Cirugía? ¿Bótox? "Creo que si uno está acomplejado por algo, debe tratar de solucionarlo. Solo se vive una vez y hay que intentar hacerlo como se desee. A mí, si no fuera por las agujas, no me importaría hacerme cositas ¡pero es que me dan terror!", confiesa. Le gusta planificar su tiempo y tenerlo ocupado, "pero estoy aprendiendo a improvisar y a que no me importe que un plan se tuerza. Vendrá otro mejor", concluye.