Cayetana Stuart y Silva, más conocida como la duquesa de Alba, le ha cogido el gusto a publicar libros y, después del reciente ´Yo, Cayetana´, vuelve a la carga con ´Lo que la vida me ha enseñado´, un recorrido minucioso sobre lo que ha sido su vida desde que se casó hace dos años con el ex funcionario Alfonso Díez, de quien se explaya ampliamente sin cortarse ni un rizo.

Porque la duquesa es una mujer enamorada: "Dios, mi Cristo de los Gitanos y mi Virgen de la Macarena atendieron todas mis súplicas, y el 5 de octubre de 2011 cumplí por fin otro de los sueños de mi vida: casarme con Alfonso Díez, mi tercer marido, mi compañero. Ahora, la soledad me da menos miedo y espero que él sea mi último amor. Aunque a veces, entre amigos, juego al nunca se sabe".

A veces no puede dejar de preguntarse "de qué sirvió tanta tensión entre mis hijos y yo. Cuántos disgustos nos hubiésemos ahorrado si nos hubieran creído desde el principio. Alfonso sólo me quería a mí y, sin embargo, hasta que no firmó la renuncia a la herencia y no repartí el legado de los Alba entre ellos, las aguas no volvieron a su cauce".

El libro cuenta con pelos y señales el antes, el durante y el después de la boda. No falta ni el menú ni una receta de gazpacho rico, rico, rico. No es la única. Hay otra de pavo relleno y de faisán. Es un libro muy completito. Tan pronto habla del Papa como de sus gustos cinéfilos, de la crisis y de la Feria de Sevilla.

Opina sobre todo

Opina sobre la homosexualidad y declara su amor por los perros. Y los caballos. Y los pájaros. Y los toros.

Habla de joyas y de la elegancia, de los medios de comunicación y de los chipirones encebollados. Y de muchas más cosas, pero, sobre todo, de amor.

"Soy una mujer con algo de sangre gitana y un poco de magia, dispuesta siempre a vivir la vida lo mejor posible. No tuve tiempo ni se me ocurrió ponerme trascendental y preguntarme por qué me casaba y esas cosas que unos cuantos amigos habían pretendido que hiciera. Todo era mucho más sencillo. Me casaba porque estaba enamorada".

El amor es "el motor que mueve el mundo. Hay amores de todas las clases, pero el más grande, el más completo y el que más satisfacciones da es el amor en pareja (...). Me he quedado dos veces viuda y la soledad y la tristeza me sumieron en lo más profundo de un pozo. Soy una romántica, bien, pero también soy práctica y tengo muy claro que si, además de amor, hay dinero, mucho mejor (...). El amor de una mujer entrada en años es igual de fuerte que el de una jovencita. Los años enseñan a disfrutar con más calma de los momentos intensos".

Armas de seducción y secretos de la noche de bodas

Las armas de seducción tienen "un idioma universal, el de unos ojos que miran fijamente, una sonrisa que deja completamente atrapada, una caricia que descoloca, el roce de unos dedos que hacen que suba el rubor al rostro como si de una quinceañera se tratara. La seducción resulta, sencillamente, maravillosa".

Porque tiene claro que, "si quiero que Alfonso esté a mi lado, tengo que hacerlo con armas de mujer, como he hecho siempre. Nunca está de más una gota de coquetería y yo seré coqueta hasta que me muera.

Coquetería, picardía y buen humor son un cóctel maravilloso que pocas veces falla y a menudo da unos resultados gratificantes. Lo importante a la hora de ligar es ser natural. A mí me encantaba, tras las primeras miradas cómplices, el juego de palabras con doble sentido, los escarceos verbales".

¿Se atreve a contar cómo fue su noche de bodas? Pues sí. "Una de las ventajas de la edad es saber afrontar la noche de bodas. A mis años difícilmente me iba a sentir asustada o frustrada.

La otra ventaja con la que contaba es que era mi tercer matrimonio, así que nada ni nadie podrían desilusionarme.

Por fortuna, Alfonso y yo llevábamos siendo pareja tres años y nos conocíamos bien, aunque siempre hay cosas por descubrir. Aquella noche dormí como un ángel (...). Para los curiosos debo decir que por la mañana y en pijama mi marido me resulta tan atractivo como durante el resto del día". Está bien saberlo. "Siempre he podido constatar que la noche de bodas es decepcionante para casi todas las parejas", afirma la duquesa, pero no pasa nada, luego las cosas se arreglan porque el amor lo puede todo.

Alfonso sale constantemente: "Tiene un gran sentido del humor, mucho más que yo, y eso que a mí no me falta. Y un optimismo que contagia".

Se confiesa celosa, "machaco a Alfonso sin razón alguna. ¿Por qué? Por algo irracional, porque querría que estuviera todo el día conmigo. Bien, soy consciente de que si estuviera todo el tiempo a mi lado la primera en hartarse sería yo, pero es inevitable".

Sorprendente comparación: "Si Alfonso fuera un toro de una ganadería importante yo diría que sería un victorino. Y no digo un miura, porque éstos daban mucho respeto. No, Alfonso es como un victorino al que yo tengo que dar unos cuantos lances, de capote, porque nunca me he atrevido a hacer una faena con la muleta". Y es que "Alfonso no ha cambiado después del matrimonio, salvo que he descubierto que tiene mucho genio. Mucho más del que esperaba. Como yo no me quedo atrás, terminamos discutiendo por bobadas. No me deja dominarlo. Al fin y al cabo, en mis anteriores parejas yo tenía las suficientes armas - de mujer, de seducción - para salirme con la mía, pero éste es un caso aparte. Ahora que no me oye, puedo decir que cuando nos retamos con nuestros genios yo me hago la despistada, pero casi siempre lo gano".

Confesiones íntimas

Confiesa: "He hecho cosas malas, es verdad. Pero cuando las he hecho, como querer a dos hombres a la vez, siempre he optado por lo que debía ser. Si bien en la cabeza puedes poner orden y ceñirte a tus obligaciones, con los sentimientos me ha costado mucho más (...). Hay diez mandamientos que debemos cumplir y honestamente creo que el más fácil de perdonar por Dios es el del amor ilegal. Es imposible mandar sobre el corazón".

¿Y la familia? "Hubo divorcios de mis hijos que no me han gustado. Nada. Y también otros matrimonios que desde el principio intuí que iban a fracasar y que, por desgracia, no me equivoqué". Ser madre no significa "esconder todos los defectos de tus criaturas, cegarte con sus errores. Cuando a veces alguno de ellos ha tenido la sensación de que yo estaba más del lado de mis nueras o yerno, quizás era porque lo que buscaba era ser un puente para el reencuentro de estas parejas rotas. He fracasado, eso es verdad. Sólo me queda alguna esperanza con Cayetano y Genoveva".

Fran Rivera, ex marido de Eugenia, "el que había sido hasta entonces mi yerno favorito, planteaba una causa judicial a mi hija Eugenia por la custodia de mi nieta Cayetana. No tengo adjetivos para calificar la decepción que supuso para mí".