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Mo Gawdat, la mente prodigiosa que buscó "El algoritmo de la felicidad"

Ingeniero y alto ejecutivo de Google, triunfa con el libro que escribió tras perder a un hijo y que enseña a vivir en plenitud aceptando las circunstancias

Mo Gawdat, la mente prodigiosa que buscó "El algoritmo de la felicidad"

A veces, una sencilla dedicatoria explica el complejo porqué de un libro. "Para Ali. Estoy seguro de que eres feliz dondequiera que estés". Esas palabras y una imagen aparecen en el umbral de El algoritmo de la felicidad. Su autor, el ingeniero y ejecutivo de Google Mo Gawdat (El Cairo, 1967), lo cuenta: "Diecisiete días después de la muerte de mi maravilloso hijo, Ali, empecé a escribir y no pude parar. Mi tema era la felicidad; una cuestión improbable, dadas las circunstancias".

Ali era un ángel. Palabra de padre. "Siempre estaba en paz, siempre era feliz". Cuando se fue "todo conspiraba para que nos sintiéramos infelices, incluso desgraciados. Entonces, ¿cómo su marcha me indujo a escribir?" Hay que partir de unas circunstancias elocuentes: "Desde el día en que empecé a trabajar, he disfrutado de un gran éxito, riqueza y reconocimiento. Sin embargo, a pesar de todo, mi descontento era permanente. Muy pronto, en mi carrera con gigantes tecnológicos como IBM y Microsoft obtuve una gran satisfacción intelectual acompañada de una gratificación del ego y, sí, gané dinero. Pero descubrí que cuanto mayor era mi fortuna, menor era mi felicidad".

La situación es harto conocida: hartazgo de posesiones banales. Cuanto más dinero ganaba, "más desgraciado me sentía. Lo que me llevaba a trabajar más duro y comprar más artilugios con la errónea suposición de que, más tarde o más temprano, todo este esfuerzo me compensaría y encontraría el caldero de oro -la felicidad- supuestamente al final del arcoiris de alto rendimiento". Se convirtió en un hámster atrapado en lo que los psicólogos llaman la "rutina hedónica". Traducido: "Cuanto más tienes, más quieres. Cuanto más te esfuerzas, más razones encuentras para esforzarte". Cómo sería que "una tarde entré en internet y en dos clics compré dos Rolls Royce vintage. ¿Por qué? Porque podía. Y porque intentaba llenar desesperadamente un agujero en mi alma. No te sorprenderá oír que cuando llegaron esos dos hermosos clásicos del estilismo automovilístico inglés, mi ánimo no se levantó ni un ápice". ¿Por qué? "Había perdido al joven feliz y optimista que siempre había sido y estaba cansado de asumir el papel de este tipo agotado, miserable y violento".

Acerquémonos un poco a la esencia del libro: "De pronto descubrí que la felicidad no es algo que tengamos que esperar y buscar como si se tratara de una realidad que hubiera que ganar. Además, no debería depender de condiciones externas, y menos aún de circunstancias tan inconstantes y volubles como el éxito laboral y la adquisición de patrimonio. Hasta entonces mi camino había estado sembrado de éxito y progreso, pero cada vez que avanzaba en ese campo era como si la meta se hubiera desplazado más lejos. Descubrí que jamás alcanzaría la felicidad si me aferraba a la idea de que en cuanto consiguiera esto o aquello o llegara a tal meta sería feliz".

Gawdat logró recuperar aquella fórmula de juventud pero no contaba con un hachazo del destino: un error médico se llevó a su hijo en plena juventud. Su mejor amigo. "Todo lo que había aprendido acerca de la felicidad iba a ser puesto a prueba. Pensé que si podía salvarnos a mí y a mi familia de las profundidades de la depresión, podría contarlo como un gran éxito". El dolor de su pérdida, reconoce, "aún permanece y de vez en cuando lloramos porque no está ahí para abrazarle, conversar o jugar a un videojuego. El dolor que nos embarga nos impulsa a honrar su memoria y desearle todo bien. Sin embargo, sorprendentemente, hemos sido capaces de mantener un estado constante de paz, e incluso de felicidad. Tenemos días tristes, pero no sufrimos. Nuestro corazón está contento, incluso dichoso".

Su hijo le dio un consejo esencial: "Nunca dejes de trabajar, papá. Marca la diferencia. No por ninguna razón, sino porque puedes. No puedes hacer nada por los que han muerto, pero puedes hacerlo por los vivos". Se lo dijo eso unos días antes de marcharse. El libro es eso: una forma de guiar. Llevaba tatuada una frase "La gravedad de la batalla nada significa para los que viven en paz". Seguro que daría por bueno el algoritmo que su padre, programador informático autodidacta. Tomad nota: aprender a vivir en plenitud aceptando las circunstancias. La felicidad nace de la diferencia entre la percepción de los acontecimientos de nuestras vidas y las expectativas que nos creamos sobre ella.

La felicidad no viaja en Rolls.

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