El ya tristemente célebre "caso Weinstein", el escándalo sexual del que fuera el todopoderoso productor de la industria del cine estadounidense, ha puesto de manifiesto que Hollywood, además de una fábrica inagotable de sueños e ilusiones plasmadas en la gran pantalla, es también un auténtico vertedero. Un nido de acosadores y babosos que utilizaban su poder para aprovecharse de las mujeres. Y no se trata de un par de casos aislados, sino de algo sistémico, como indican las últimas publicaciones. El abuso y el acoso sexual como forma de trabajo, vaya. Lo peor es que todo el mundo lo sabía, pero nadie movió un dedo. Tuvo que ser la prensa (sí, los periódicos) la que descubriese el pastel. Y tras el escándalo de Weinstein, han aumentado de forma vertiginosa las acusaciones por acoso sexual. Kevin Spacey, James Toback, Brett Ratner o James Franco son algunos de los más célebres de esta lista de presuntos acosadores que parece interminable.

Por eso las campañas sociales para denunciar estos abusos, como #metoo o #timesup, son imprescindibles. No sólo deben servir para sacar a la luz las vergüenzas pasadas, sino para corregir este espanto vomitivo. Pero también existe un riesgo enorme: generalizar, lanzarse a la piscina sin certezas y meter a todo el mundo en el mismo saco. Un peligro mayúsculo, tratándose de algo tan serio y repulsivo como el acoso y abuso sexual. Y eso es lo que está pasando últimamente con Woody Allen. Durante los últimos meses varias actrices han salido a la palestra mostrando un profundo arrepentimiento por haber trabajado con el neoyorquino, a raíz de las acusaciones por violación a su hija adoptiva, Dylan Farrow. Acusaciones que no son recientes, existen desde 1992.

Los artistas ahora arrepentidos las conocían sin que ello les impidiera aceptar las ofertas profesionales de Allen. Timotheé Chalamet, que saldrá en su siguiente película, "Un día lluvioso en Nueva York", es el último hasta la fecha y donará lo que gane con el filme a movimientos contra el acoso sexual, al igual que Rebeca Hall, otra de las protagonistas de la película. También hay varias actrices de Hollywood que dicen ahora creer las acusaciones contra Allen; una de las últimas ha sido Natalie Portman. Lo dijo en un encuentro con compañeras como Nina Shaw, Shonda Rimes y Reese Witherspoon, que hicieron suyas las declaraciones de Portman.

Hay amplias diferencias entre el caso de Allen y los anteriores. Sin duda el cineasta fue infiel a Mia Farrow con Soon-Yi, la hija adoptiva de ésta y del pianista André Previn, que era mayor de edad cuando se fue con Allen. El resto son acusaciones que surgieron después de la ruptura de Allen y Farrow en 1992, probablemente la separación más mediática de toda la historia de Hollywood. Y son sólo acusaciones, porque a Allen se le investigó a conciencia. La Policía de Connecticut indagó durante seis meses en el caso, que nunca llegó a juicio.

Allen siempre negó categóricamente las acusaciones, relacionándolas con una venganza sentimental de Farrow por su infidelidad. El asunto se calmó con el tiempo, pero volvió a estallar hace cuatro años con la publicación de una carta firmada por la propia Dylan Farrow, en la que cuenta cómo el neoyorquino la violó cuando tenía 7 años. Allen volvió a negar los hechos y también salió en su defensa Moses Farrow, otro hijo adoptivo de Allen y Farrow, que se mantuvo junto a su madre tras el estallido del escándalo, aunque tiempo después se pasó al otro bando y acusó a la actriz de manipular a Dylan, que ayer mismo refrendó sus acusaciones contra Allen en una entrevista en una televisión estadounidense.

Woody Allen, que ayer volvió a desmentir a Dylan en un comunicado, vuelve a copar titulares por esas acusaciones tras el "huracán Weinstein", al mismo tiempo que se multiplican por minuto los actores arrepentidos de compartir créditos con él. Ser un depravado (si serlo significa fugarte con la hija adoptiva mayor de edad de tu pareja) no es lo mismo que ser un pederasta. Allá cada uno con su moral. En un caso tan morboso como dudoso, en el que la presunción de inocencia parece desaparecer del guion, emitir juicios categóricos es arriesgado. Puede evocar a la posverdad ("Allen es un pederasta"), porque se afirma sin certezas. Por cierto, en Estados Unidos se ha filtrado que en la próxima película de Allen hay una escena de sexo entre un adulto y una adolescente. Agárrense, que vienen curvas.