"¿Qué película de Woody Allen es su favorita? Antes de responder, les contaré algo que deben saber: cuando yo tenía 7 años, Woody Allen me cogió de la mano y me llevó a un ático sombrío, casi un armario, que había en la segunda planta de nuestra casa. Me dijo que me tumbara boca abajo y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Y entonces me agredió sexualmente. No dejó de hablar mientras tanto, de susurrar que era una buena niña y que aquello era un secreto entre los dos, de prometer que íbamos a ir a París y yo iba a ser una estrella en sus películas. Recuerdo mirar fijamente el tren, no perderlo de vista mientras daba vueltas por el ático. Todavía hoy me resulta difícil contemplar trenes de juguete". Así comienza la carta publicada por "The New York Times" firmada por Dylan Farrow, hija adoptiva del cineasta durante su matrimonio con la actriz Mia Farrow.

La denuncia de esta joven no es nueva. De hecho, en 2014 ya había publicado otra carta similar, en el mismo periódico y denunciando los mismos hechos. Pero aquél era otro tiempo, no éste del "#MeToo", en el que la sociedad occidental ha decidido que es intolerable lo que hasta el momento se toleraba en silencio cómplice: que los hombres poderosos pueden agredir sexualmente a las mujeres a cambio de un empujón a sus carreras. Entonces, nadie hizo caso a Dylan Farrow.

Entonces, el prestigio de Woody Allen lo convertía en un intocable. Nadie dudaba de un director en cuya obra aflora constantemente una "obsesión por las adolescentes", tal y como sostiene un periodista del diario "The Washington Post", Richard Morgan, después de analizar todas las películas y las 56 cajas con guiones, anotaciones personales y otro material del director que está depositado en la Universidad de Princeton. Ahora, en cambio, los vientos soplan en contra de Woody Allen. Y el principal responsable es, curiosamente, el hijo biológico que tuvo con Mia Farrow, aunque hay dudas de que el padre real de la criatura sea Frank Sinatra. Ronan Farrow fue el periodista que destapó el caso de Harvey Weinstein, el todopoderoso productor de Hollywood, hoy hundido públicamente junto a otros depredadores sexuales de la industria del cine y la televisión de Estados Unidos.

Varias actrices han empezado a repudiar a un director cuya llamada, hasta la fecha, se esperaba como agua de mayo. Greta Gerwig, que trabajó en "A Roma con amor", ha declarado: "Si hubiese sabido lo que sé ahora, no habría actuado en su película. No he trabajado con él nunca más, y no volveré a hacerlo". Mira Sorvino fue acosada por Weinstein y logró un "Oscar" por "Poderosa Afrodita", de Allen. Le ha pedido disculpas públicamente a Dylan Farrow por haber trabajado con él. "Era una actriz joven e ingenua", dice. Sorvino detalla que se reunió con Ronan Farrow y que éste le dio los suficientes detalles sobre los abusos que sufrió su hermana como para convencerla de que decía la verdad.

"Lo siento, Dylan, no puedo imaginarme cómo te sentiste todos estos años mientras veías cómo todos, incluyéndome a mí y a incontables personalidades de Hollywood, alababan una y otra vez a quien habías acusado por haberte lastimado de niña". Rebecca Hall también reniega del director. Ha publicado una larga carta de arrepentimiento y asegura que va a donar a la campaña "Time's up" (contra el acoso a las mujeres) todo el sueldo de la película "A rainy day in New York".

Dylan Farrow habla del peso doloroso de la complicidad social: "Todo el mundo, salvo unos pocos (que son mis héroes), hizo la vista gorda. A la mayoría de ellos les resultaba más fácil aceptar la ambigüedad, decir 'quién sabe qué sucedió', fingir que no había pasado nada. Los actores le elogiaban en las ceremonias de premios. Las cadenas de televisión le llevaban a sus programas. Los críticos hablaban de él en las revistas. Cada vez que veía el rostro de quien había abusado de mí, no podía más que disimular mi pánico hasta que encontraba un rincón en el que estar a solas para desmoronarme".

El director, por su parte, ha enviado otra larga carta a "The New York Times" negando las acusaciones. Su tesis principal es que Mia Farrow manipuló la mente de la niña hasta hacerle creer que las agresiones se habían producido. El director, que está casado con quien fuera su hija adoptiva, Soon-Yi, culpa de todo a la "evidente malevolencia" de su exmujer y sostiene que "cualquier persona racional podría ver el ardid".