La boda de Ana Boyer con el tenista Fernando Verdasco el pasado jueves en el Caribe alteró el pulso de la prensa del corazón. No sólo por el secretismo que la envolvió sino por la fuerte marejada que la acompañó. Su hermana Laura, hija mayor del fallecido Miguel Boyer, fue la primera en golpear el muro de diamante que protege la vida privada de la madre de la novia, Isabel Preysler, y su actual pareja, Mario Vargas Llosa. Su ausencia en el enlace celebrado en la isla lujosa de Mustique vino acompañada de la confirmación de un secreto a voces: "Nunca he tenido relación con ella. Su madre se preocupó desde muy pequeña de que Ana no nos tuviera cariño ni a mi hermano (Miguel) ni a mí".

Los dardos llegaron luego de la familia del premio Nobel de Literatura. Los lanzó su hijo Gonzalo, con quien el escritor rompió puentes cuando se posicionó sin dudarlo con su madre, Patricia, al irse con Preysler. A mediados de noviembre, Vargas Llosa recibió un homenaje en una entrega de premios en Nueva York. A su lado, la reina de corazones. Y sus nietas. "¡Hola!", boletín oficial del estado preysleriano, dio buena cuenta de ello. Gonzalo montó en cólera e hizo público su enfado afirmando que sus hijas Josefina, Aitana y Ariadna fueron al evento desconociendo la presencia de la prensa y que su imagen junto a Preysler, sonrientes y felices, sería pasto de papel cuché. "De lo contrario", remacha, "no hubiesen aceptado ir al premio. Si lo hicieron, es exclusivamente por el cariño y admiración que le tienen a su abuelo".

Aclarado el turbio malentendido, el hijo del autor de "La ciudad y los perros" se disparó: "Este reportaje es una penosa ilustración más de la capacidad de la señora Preysler para manipular a las personas para sus propios fines: en este caso, para dar la impresión -muy falsa, por cierto- de que tiene una relación con mis hijas. Pero la verdad es muy distinta. En estos dos años y medio desde que comenzó su relación con mi padre, la señora Preysler no ha invitado ni una sola vez a mis hijas a comer o a cenar en privado para poder conocerlas. Eso es exactamente lo que hubiese hecho si quisiera establecer una relación genuina y transparente con ellas. Y no lo ha hecho porque su único interés es la publicidad".

Su padre salió en defensa de Preysler: "Sugerir que (mis nietas) cayeron en una emboscada o que 'la señora Preysler' se benefició económicamente con aquellas fotografías es una calumnia. También es falso que Isabel no haya tenido gestos cariñosos con mis nietas".