Los cronistas tienen que remontarse a los multitudinarios funerales por el escritor Victor Hugo, en el siglo XIX, para encontrar un parangón a la despedida que París tributó ayer al rockero Johnny Hallyday, ya en el Olimpo de la cultura popular francesa.

La conexión emocional del cantante con todo un país, desde las capas más populares a los dirigentes políticos -incluso participó en el homenaje el ministro de Cultura y Deporte español, Íñigo Méndez de Vigo, que se encontraba en París, donde había sido investido ayer doctor honoris causa por una escuela de negocios- acudieron a rendirle homenaje. Ese tributo cristalizó en la presencia de centenares de miles de personas en unos abarrotados Campos Elíseos pese a que la temperatura apenas superaba los 0 grados centígrados.

El fenómeno "Johnny" es tan genuinamente francés que resulta complicado entenderlo fuera de sus fronteras. Fue el hombre que llevó el rock a Francia, un pionero, pero también un artista que supo siempre reinventarse para trascender generaciones y asegurarse un lugar en el corazón de sus compatriotas a cualquier edad.

De la misma manera, no rechazó ser cortejado por casi todos los presidentes de la V República (menos por Charles de Gaulle, a quien se opuso en su juventud), que buscaron su halo para beneficiarse de la popularidad del artista.

Y allí estaban hoy todos: el presidente Emmanuel Macron y sus antecesores François Hollande y Nicolas Sarkozy, pero también miles de devotos de Hallyday, muchos de los cuales, bien entrados en años, hicieron noche en los Campos Elíseos o en la plaza de Concorde para asegurarse un lugar en primera fila al paso del féretro.

La comitiva funeraria salió del tanatorio de Nanterre, a las afueras de París, escoltada por más 700 motoristas, la mayoría a lomos de una Harley Davidson, como lo hacía el propio Hallyday hasta poco antes de su muerte, el pasado miércoles, a los 74 años.

Poco antes del mediodía, la caravana atravesó el Arco del Triunfo y encaró la última parte del recorrido, los mismos Campos Elíseos que acogieron a dos millones de personas el 1 de junio de 1885 para despedir a Hugo y que servían por primera vez para dar el adiós a un cantante.

Los músicos que acompañaron a Hallyday en sus conciertos tocaban las notas de sus canciones más célebres, algunas de las cuales, como "Noir c'est noir" o "Le pénitencier", fueron versiones de clásicos extranjeros como "Black is black" .