Hacía tiempo que no se prodigaba en la televisión ni en los escenarios. Para ver a Chiquito de la Calzada había que patearse el centro de Málaga y acercarse cualquier día al "Chinitas", su templo particular, su refugio, especialmente desde la muerte, hace cinco años, de su esposa y gran apoyo, Pepita. Decían sus amigos y parroquianos de allí que Chiquito no fue el mismo desde el fallecimiento de su mujer: "Sólo repetía que quería morirse y volver con ella".

Un deseo humanísimo que, para desgracia del resto, ha podido cumplir al fin. Qué extraño escribir en estos términos, con estas palabras de tristeza y réquiem, sobre una persona que ha llevado tanta carcajada y alegría a tantísima gente...

Termina una vida, la de Don Gregorio Sánchez Fernández, tan abracadabrante, extraña y magnéticamente simpática como cualquiera de sus mejores chistes. Porque, ¿quién se iba a imaginar que un malagueño sexagenario que había sido palmero y cantaor, que había vivido en Japón por cosas del flamenco sería la gran estrella televisiva de los coloridos años 90 españoles? Pero lo fue: nadie podrá olvidar cómo irrumpió en nuestras vidas aquel señor con camisas de lunares, movimientos estrambóticos, chistes más o menos anodinos pero vestidos asombrosamente... Y, sobre todo, generador de expresiones, hoy, más de veinte años después, en pleno uso: fistro sexual, diodeno, pecador de la pradera y torpedo, entre muchas otras. Por no hablar de gregorías como "trabajas menos que el fotógrafo del BOE", "Tiene la nariz tan grande que estornuda y se apuñala" o "Eres más lento que un accidente entre caracoles". Perlas de humor, sí, pero también más allá de la gracia y la carcajada: imaginación pura, de la que sólo surge del más lógico de los absurdos. Reducir su arte al concepto de chiste sería como decir que Groucho Marx era un tipo gracioso.

En los años 90, Tomás Summers vio a un señor de sesenta y pocos con camisa de lunares imposibles en plena actuación en Torremolinos: a este bicho había que tráerselo a Madrid. El bicho no tenía muchas ganas de volar en avión (les tenía pánico desde su viaje a Tokio), así que fue en tren. Estaba ya muy mayor para que le dijeran lo que tenía que hacer. Y ahí empezó "Genio y Figura", el programa presentado por Bertín Osborne y Pepe Carrol, y con aquel malagueño de movimientos raros, entre Michael Jackson y un lumbago eterno, el big bang de mucho humor que se practica ahora mismo en nuestro país (hola, chanantes; hola, Venga Monjas) y todo un fenómeno social de proporciones estratosféricas.

Llegó a lo más alto, hasta cambiar la forma de hablar de muchos. De todos: desconfíe de alguien que le diga que jamás ha imitado a Chiquito de la Calzada y no ha soltado uno de sus "no puedorr, no puedorr"; una de dos, o miente o es alguien que no se merece ser su amigo.

Siempre a su lado, Josefa, Pepita. No tuvieron hijos (Pepita sufrió tres abortos), aunque consideraron como tal al mánager del humorista, Arturo del Piñal, un joven que le acompañó toda su vida como profesional de la risa y que se llevaba un merecidísimo 20%, decía siempre Chiquito, de todas sus actuaciones. Pepita falleció hace cinco años, a su lado, como siempre. Los familiares intentaron convencerle de que se fuera a vivir con ellos, pero él prefirió quedarse en su casa, rodeado de los recuerdos de Pepita y de su vida en común. Han sido cinco años de coda, de epílogo, más que de existencia, que seguro se le habrán hecho eternos. Descanse, maestro, y nuestros saludos a Pepita. Nosotros seguiremos aquí riéndonos como usted nos enseñó: sin más límites que el del absurdo y la imaginación.