El actor Jean Rochefort, uno de los rostros más conocidos del cine francés, falleció a los 87 años de edad en un hospital de París donde estaba ingresado desde en agosto pasado.

Rochefort escondía tras su legendario bigote uno de los rostros más populares del cine francés, con el que a lo largo de 113 películas y decenas de telefilmes, contribuyó con el mismo talento a hacer reír y llorar durante medio siglo de carrera.

Su rostro afilado, su voz profunda y seductora, su elegancia aristocrática, construyeron un personaje que modeló a lo largo de los años con toques de una ironía que supo combinar con la seriedad en unos roles y humor en otros.

Su figura esbelta dio los primeros pasos en el cine a la sombra de Jean-Paul Belmondo, quizá la figura más conocida de la llamada "banda del Conservatorio", la escuela de interpretación de París en la que había estudiado.

Entonces, Rochefort, que había nacido en la capital el 29 de abril de 1930, no contaba con vivir del cine, un arte que consideraba "destinado a perdedores".

La depresión que padecía se hizo patente tras el turbulento rodaje en 2001 del Don Quijote de Terry Gilliam, tras sufrir una hernia lumbar que le castigaba al subir al caballo, una película plagada de obstáculos que nunca se terminó y dio como único resultado un documental titulado "El hombre de la Mancha".

Testigo en su adolescencia de la invasión nazi del país, una "barbarie" que le atormentó hasta el final de sus días, Rochefort se confesaba "de derechas con conciencia social", pero muy crítico con las ideologías extremistas, en particular con el comunismo soviético que conoció un año de su vida en la Unión Soviética y que calificaba de "infierno".

El personaje acabó por emerger del actor, que hasta 1972 no soportó sobre sus hombros el peso de un papel protagonista, un honor que le llegó de la mano de "Les feux de la chandeleur" ("Amor en rebeldía"), de Serge Korber.

A partir de ahí eclosionó un actor monumental que trabajó con los principales directores del país y que atesoró tres César del cine galo, el primero como secundario en "Que la fête commence" ("Que empiece la fiesta", 1975), de Bernard Tavernier, el segundo como protagonista de "Le Crabe-tambour" (1977), de Pierre Schoendoerffer, y el tercero, honorífico, en 1999 por el conjunto de su carrera.

Actor fetiche de Patrice Leconte ("El marido de la peluquera", 1990 o "Ridicule", 1996), su nombre apareció ligado a algunos de los directores más conocidos del cine francés, con obras como "Les tribulations d'un chinois en Chine" ("Las tribulaciones de un chino en China", 1965), de Philippe de Broca; "Courage, fuyons" ("Escápate conmigo... y ríete después", 1979), de Yves Robert, o "Le placard" ("Salir del armario, 2001), de Francis Veber.

Con el paso de los años confesó haber rodado muchas películas de mala calidad y cuando en 2012 promocionaba "El artista y la modelo", del español Fernando Trueba, expresó su deseo de centrarse solo en papeles de calidad.

En 2015 interpretó a un anciano con problemas de memoria en "Floride", de Philippe le Guay, su última aparición en la gran pantalla. "No quiero hacer más de viejo sentado frente a la chimenea", aseguró entonces.