El recién fallecido empresario Pierre Bergé no ha visto su sueño convertido en realidad, pero al atravesar las puertas del nuevo Museo Yves Saint Laurent de París, que abre hoy, se siente la presencia casi mítica tanto de él como del creador francés, su pareja durante décadas.

La sede de la fundación ha sido reconvertida en el museo que permitirá al público conocer de forma permanente la obra de Saint Laurent en el mismo edificio donde él la concibió, aunque las cerca de mil siluetas que alberga irán rotando en exposiciones de seis meses por las delicadas exigencias de conservación de las prendas.

Éste y el Museo Yves Saint Laurent de Marrakech, que se inaugura en octubre, son el trabajo de la vida de dos hombres, pero también el logro de varias generaciones de mujeres para las que ponerse un pantalón o vestir una chaqueta es un gesto tan cotidiano que olvidan que fue idea de un rebelde modista francés.

"Chanel liberó a la mujer, lo que me permitió años más tarde darles poder y, en cierta forma, liberar la moda", opinaba el creador. En la reconstrucción se han mantenido intactos el salón de recepción, donde las clientas esperaban para probarse los diseños, y el estudio del artista en la primera planta, que se expone por primera vez al público.

Sus libros, fotografías y dibujos han quedado sobre la mesa, congelados en el tiempo, junto a las tijeras de Paule, su asistenta, el plato de su perro "Moujik", y la llamada "biblia", el archivo en el que el diseñador anotaba todas las indicaciones necesarias para dar forma a la prenda.

En la apertura del museo, piezas icónicas como la sahariana, el esmoquin y los pantalones de talle alto permitirán al visitante ver cómo concebía una colección de alta costura o el gran bagaje cultural de un artista que convirtió en ropa obras de Mondrian, Picasso o Matisse, y revisó toda la historia de la moda.