Los príncipes Guillermo y Enrique recuerdan en privado a su madre, Diana de Gales, cuya muerte, ocurrida hace ayer 20 años en un accidente de tráfico en París, conmocionó al mundo y sumió al pueblo británico en un duelo colectivo sin precedentes en el Reino Unido.

Muchos británicos se acercaron hasta el palacio londinense de Kensington, donde residía la princesa, para depositar flores, tarjetas y osos de peluche, como forma de mantener su legado solidario vivo y recordar su influencia en la monarquía de Isabel II. En esta jornada, no fueron demasiados los objetos colgados en la verja del palacio en comparación al 31 de agosto de 1997, cuando los jardines de la residencia se transformaron en un océano de flores.

El monárquico Terry Hutt, de 82 años, conocido por presentarse siempre a eventos reales con un traje que lleva los colores de la "Union Jack" (bandera británica), acudió al palacio de Kensington para rendir tributo a Diana, como cada 31 de agosto. "Diana fue alguien especial. Ella modernizó a la familia real. Hizo muchas cosas buenas", dijo. Una de las mejores amigas de Diana, Rosa Monckton, calificó a la princesa, en una entrevista con "The Times", como una "mujer realmente extraordinaria" que "rompió barreras y que rompió el mito de ser una princesa de cuento de hadas".

El parisino Puente del Alma, donde Diana de Gales murió, se ha convertido desde entonces en lugar de peregrinación, junto al que mensajes, fotos y flores dejan constancia de que sigue siendo, según le dicen, "inolvidable". La llama de la libertad, réplica exacta de la antorcha de la Estatua de la Libertad de Nueva York, recibida por los franceses como símbolo de la amistad franco-estadounidense y situada junto a ese fatídico puente, es el epicentro de las muestras de cariño.

"Soy fan de Diana desde que era pequeña y tenía que venir", explica Patricia Brissard, a la que todavía se le pone la piel de gallina cuando recuerda esa mañana del 31 de agosto de 1997 en la que lo primero que escuchó en la radio al levantarse fue la noticia de su fallecimiento. "Incluso ahora me siguen dando ganas de llorar", señala la portuguesa Eva Lopes, una de las muchas personas que en este vigésimo aniversario se han acercado hasta allí para rendirle tributo. Fotos de Diana cohabitan con los candados que parejas de enamorados dejan en las cadenas que rodean al monumento, y con abundantes flores, solas o en ramo, que en esta conmemoración se han incrementado.