El anuncio del príncipe Enrique de no querer ser enterrado junto a su esposa, la reina Margarita II, y sus ataques a la monarca por ignorar su petición de recibir el título de rey han situado a la Casa Real danesa en el centro de la polémica.

La reclamación de Enrique, apelando a la igualdad de género, no es nueva, pero hasta ahora no había alcanzado tal grado de virulencia y derivado en una decisión tan drástica como la de romper con la tradición secular de que los restos de los monarcas daneses y sus cónyuges descansen en la catedral de Roskilde. La controversia se originó la semana pasada, cuando la portavoz de la Casa Real confirmó la decisión de Enrique, debido a su insatisfacción con el papel que desempeña en la familia real, y dio otro giro con los ataques difundidos hace dos días por el príncipe en una entrevista. Desde su retiro en su castillo al sur de Francia, antes de que llegara Margarita para participar en el retiro estival de la pareja, Enrique habló de "falta de respeto" y de "burlas" de su esposa, que lo hace pasar por "tonto", a la vez que reiteraba su amor mutuo y rechazaba cualquier posibilidad de divorcio.

"Si quiere que me entierren con ella, debe hacerme rey consorte. Punto. Me da igual", dijo Enrique, quien recordó a Margarita II que "debe saber que, si un hombre y una mujer están casados, son iguales", por lo que deberían tener el mismo título. La Casa Real no ha reaccionado de forma oficial a los ataques, aunque sí se pronunció su hijo mayor, el heredero Federico, quien ha lamentado la decisión del príncipe, de 83 años.

"Solo quiero decir que estoy muy triste por la decisión de mi padre. Más no se puede decir sobre este caso ahora mismo", indicó Federico en un acto público celebrado hoy en el puerto de Aarhus, al oeste de Dinamarca. Enrique, un noble francés que conoció a Margarita cuando era diplomático en Londres y con quien se casó la actual reina en 1967, nunca se ha sentido cómodo con su rol. Quince años atrás ya puso en un aprieto a la Casa Real, al retirarse a Francia después de que en la recepción de Año Nuevo, estando enferma la reina, fuera anfitrión Federico.

Esto lo hizo sentirse "inútil" y "relegado" y motivó que no asistiera a la boda de Guillermo y Máxima de Holanda.