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El vestidor

Cuenta la leyenda que Isabel Preysler, como las de la realeza, aprovecha los veranos para operarse de algo. En realidad, gracias a su revista de cabecera sabemos que pasa las vacaciones en lugares paradisíacos donde Vargas le lee. Aunque una cosa no está reñida con la otra. El caso es que, mientras la celebrity andaba desaparecida y reaparecida, su ex, el marqués, no el cantante ligero, le ha tomado la delantera. A ver, no es que esta, una ceremonia sencillita, en casa y en presencia de cuatro gatos (en sentido figurado, no se lo tomen con literalidad) fuese la boda del año que lleva el mundo esperando desde que apenas una esquinita de portada cuché cambiara el rumbo de la historia bendiciendo, la unión del Nobel y la reina de corazones. Pero es una boda. Con toda las de la ley. Decían lenguas viperinas que, como a Isabel siempre le gusta quedar por encima de sus ex -no descarten que debido a un trauma que arrastre desde los tiempos en los que Julio le robaba siempre el perfil bueno- cuando supo de los planes del de Griñón, le encargó a su Tamara (que ahora es diseñadora de moda) un traje de novia. Igual por eso todavía no las ha habido, las nupcias. Vayan a saber.

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