Tras dos intentos fallidos y 31 años después de que lo hicieran los Reyes eméritos, Felipe VI y Letizia han visitado esta semana el Reino Unido en tres jornadas intensas en las que reina consorte ha estado en el punto de mira. La esposa de Felipe VI ha pasado este especial "examen real de inglés" con nota más que alta.

Los hechos hablan por sí mismos. La princesa Ana de Inglaterra, ojito derecho de la Reina Isabel II, sangre azul en estado puro, que representó el jueves a la familia real en la cena ofrecida por el alcalde de la City, saludó a Letizia de España con un plongeon (reverencia), de esos que solo salen bien cuando se aprenden desde la cuna.

El alto valor simbólico de la imagen resume un viaje de Estado en el que Letizia ha consagrado su pedigrí real ante el mundo y ha conquistado Londres que, no lo olvidemos, sigue siendo la plaza más dura en el mundo de la realeza.

Y aunque a ella no le gusta que se la juzgue por lo que se pone o se deja de poner, en esta ocasión los vestidos y joyas dicen casi tanto o más que los discursos con Gibraltar y el "Brexit" como telón de fondo. La corte de los Windsor es pura imagen y había que estar a la altura. Un buen ejemplo fue esa segunda cena de gala del jueves en la que esposa de Felipe VI apareció radiante con un Carolina Herrera azul Prusia; las pulseras gemelas Cartier, parte de las "joyas de pasar" de la corona española, cuya primera propietaria fue la inglesa Victoria Eugenia; el broche de flor de Lis, parte de la diadema que le regalo el Rey por su quinto aniversario, y la tiara floral, obsequio que Franco hizo a la reina Sofía en nombre del pueblo español con motivo de su boda, y que también llevó la infanta Cristina para casarse con Iñaki Urdangarín. En realidad, la pieza, de oro, plata y diamantes, una de las siete tiaras que ha "heredado" Letizia, fue encargada en 1879 por el rey Alfonso XII a la firma inglesa J. P. Colins, para su prometida María Cristina de Habsburgo. Más tarde salió de la familia y en 1962 el gobierno español se la compró a la casa Aldao para ofrecérsela a Sofía de Grecia.

Pero si algo llamó la atención esa noche fueron los pendientes de diamantes y zafiros, tamaño XL, hasta ahora desconocidos, que podrían ser otro regalo de Felipe VI. El vestido off the shoulders, con una manga pequeña sobre el hombro, y el otro al descubierto, formando un drapeado que se repetía en la zona de busto, fue la percha perfecta para la banda de la Cruz de Carlos III, que esta vez la reina no llevaba doblada dentro del escote, como sí hizo la noche anterior en Buckingham, con el modelazo en tul y seda, bordado en hilo y cristal color amapola, rubí y rosa, firmado por Felipe Varela. Frente a las críticas por este modo de colocar la banda, que también le gusta a Máxima de Holanda, la Reina siguió la costumbre de las damas que la llevaban así cuando lucían los hombros, debido a una vieja norma que dice que la cinta de seda no debe tocar la piel.

El miércoles, para el acto oficial de bienvenida, con la reina Isabel y el duque de Edimburgo, Letizia se decantó por el amarillo, color favorito de la soberana inglesa, que sin duda, apreció el detalle. El atuendo, firmado por Varela, consistió en un abrigo de tweed fresco amarillo hielo y bordados florales en la espalda; y un vestido de seda de un tono más intenso con bordados también de guipur blanco. Los complementos fueron unos guantes de piel, cartera de mano, unos salones color nude de Prada y un tocado amarillo, del estilo de los que utiliza la duquesa de Cambridge, realizado por Ros Rodríguez Nieto, sobrina de la diseñadora María Nieto, a la que ya se conoce como "la sombrerera de la Reina".

El recogido bajo y los pendientes de perlas y oro de la reina Sofía completaron el look real, totalmente adaptado al protocolo inglés que exige cabeza cubierta para las damas.

El segundo día de la visita oficial los Reyes se desplazaron hasta la abadía de Westminster junto al príncipe Harry, segundo en la línea de sucesión, que se ha estrenado como anfitrión en una visita de Estado. Letizia repitió el conjunto de Carolina Herrera, formado por una camisa azul marina y falda de seda con estampado floral, que lució hace dos años para la recepción al presidente de Italia, Sergio Mattarela.

Para la recepción del miércoles en Clarence House con el príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles, la Reina se decantó por un vestido de Burberry, firma british por excelencia, estilo trench coat con revés de raso y hebilla. Aunque su precio era de 1.095 euros, en rebajas puede adquirirse por 550. Lo combinó con unos pendientes de la Reina Sofía que ya lució en una visita a Japón, formados por un pájaro de diamantes y un círculo de rubíes. El viernes, para la última mañana en Londres, la Reina hizo un nuevo guiño a la moda inglesa con una falda midi tableada en rosa empolvado con un top blanco cruzado, de la firma Topshop. Se calzó los zapatos burdeos destalonados de Lodi, que estrenó en la Feria del Libro de Madrid el pasado mes de mayo y llevó una cartera de yute diseñada en exclusiva por Susana Cruz, de la firma española Suma Cruz.