Como cada 1 de junio vuelve el recuerdo de la más grande. Ya van once años de la muerte de Rocío Jurado. Pero si levantase la cabeza, probablemente la chipionera se quedaría muerta otra vez, porque si de algo podía presumir ella, además de tener la voz con más garra y poderío de España, era de tener una familia unida. O eso parecía. Acaso por eso, porque se sabía arropada por los suyos, cuando le diagnosticaron el cáncer de páncreas, dos años antes de morir, Rocío Jurado lo anunció en rueda de prensa a lo grande, como era ella.

Nadie se cura de un cáncer de páncreas, ella tampoco, por muy devota de la Virgen de Regla que fuese. Se marchó a Houston, a una clínica especialista en tratamientos oncológicos, que para eso tenía dinero y fe. Y había que intentarlo todo, todo. Allí se sometió a un tratamiento duro y largo, como pasa con cualquiera que se enfrenta a un cáncer de este tipo, y más cuando no hay esperanza de curación.

Su muerte la anunció su hermano Amador que dijo, entre lágrimas, que se había ido como ella quería rodeada de toda la familia.

Por eso si volviera, y viera el percal como está? "¿Dónde está todo lo que os he enseñado?", diría la Jurado. El reparto de la herencia hizo saltar por los aires la relación entre el torero y Rocío Carrasco, que desde un primer momento dejó claro que ella iba por libre y que no quería saber nada de nadie. Rociíto no quiso saber nada, igual que hizo con sus hermanos, de quienes se separó y con los que cortó toda relación personal nada más faltar su madre. Su hermana Gloria Camila que ahora participa en el programa "Supervivientes" dice que su hermana "nunca nos quiso, no le interesamos nunca". José Fernando, hijo que adoptó con Rocío, no supera las adicciones a las drogas, tiene una orden de alejamiento de Michu, a la que no se le conoce oficio, pero sí su pelo platino y nariz aguileña y que lo mismo pone verde en el "Deluxe" a JoseFer que le da un hijo? cosa que pasó la semana pasada.