El mundo del toreo está de luto. Uno de sus mitos, Palomo Linares falleció ayer a los 69 años tras no superar una operación cardiaca. El diestro, nacido en Linares (Jaén) en 1947, no fue un torero cualquiera, siempre mantuvo un sello de distinción basado en el valor, la raza y la espectacularidad de su concepto, muy alejado de la ortodoxia y el clasicismo, pero que hizo que siempre tuviera una legión de partidarios.

Linares murió a las 17.13 horas en Madrid a causa de una hemorragia cerebral, consecuencia del postoperatorio de la cirugía cardiaca que le fue practicada el pasado viernes en el hospital Gregorio Marañón, donde fue intervenido. La capilla ardiente de Linares se abrirá a partir de las 09.00 horas de hoy en el tanatorio La Paz de Alcobendas (Madrid) y a las 20.00 horas sus restos mortales serán incinerados tras la celebración de una misa. Sus cenizas se esparcirán en la finca El Palomar (Seseña, Toledo), propiedad de Linares y su residencia habitual. La familia ha expresado su deseo de que se donaran sus órganos.

El matador de toros, según el parte médico que facilitó el hospital Gregorio Marañón el viernes, fue intervenido a corazón abierto el día 21 para hacerle un doble "bypass", sustituirle la válvula mitral y repararle la válvula tricúspide, y desde entonces permanecía sedado y con ventilación mecánica. Anteayer, al hacerle un TAC, los facultativos comprobaron que había sufrido un derrame cerebral en una zona "muy delicada" y, cuando ayer por la mañana le realizaron un electro, comprobaron que "aún" tenía alguna actividad cerebral, pero muy disminuida. "Después de todas las cornadas que he sufrido, ¿cómo voy a tener miedo a esto?", aseguraba a su llegada al centro sanitario la pasada semana y contaba que se había sentido mal desde diciembre pensando que era una gripe y que, finalmente, había tenido que pasar una semana en la UVI antes de la intervención del viernes.

Linares fue un revolucionario del toreo en la década de los 70, un diestro que, bajo el paraguas de Manuel Benítez, el Cordobés, y el histórico rabo que cortó en Las Ventas en el año 72, le convirtieron en todo un fenómeno social de la época. Era inevitable compararle con Manuel Benítez, el Cordobés; de hecho formaron pareja artística en lo que se dio a conocer "campaña de los guerrilleros", llegando a torear juntos en más de sesenta tardes. Esta fórmula mediática le sirvió para, tras tomar la alternativa en 1966, convertirse en todo un fenómeno taurino y social de la época, más aún después de que el Cordobés dejara su trono en 1971.

El aficionado necesitaba un "revolucionario" de esta índole y encontró en el de Linares al heredero del V Califa del Toreo.

Tanto fue así que hasta llegó a emular también sus pasos en el mundo del cine, protagonizando dos películas: "Nuevo en esta plaza", en 1966, y dos años después, junto a Marisol, "Solo los dos".

Pero el hito que más marcó su carrera, y posiblemente su vida, fue el histórico y polémico rabo que cortó al toro Cigarrón, de Atanasio Fernández, el 22 de mayo de 1972 en Las Ventas, convirtiéndose en el décimo y, hasta la fecha, último diestro en lograr los máximos trofeos de un astado en Madrid.

Aquello ayudó a que su fama creciera todavía más, convirtiéndose no sólo en el líder del escalafón de toda una década, sino también en una figura pública cuya imagen se extrapoló más allá de los ruedos.

Su noviazgo con la modelo colombiana Marina Danko, su posterior boda en 1977 y los nacimientos de sus tres hijos, Sebastián, Miguel y Andrés, coparon las portadas de la prensa del corazón de la época como una pareja aparentemente perfecta, imagen que se quebró tras su divorcio en 2011. El torero inició una nueva relación sentimental con la juez Concha Azuara, 29 años más joven.

Los últimos años de su vida, Palomo Linares los dedicó en cuerpo y alma a su otra pasión, la pintura, una disciplina artística que siempre ha acompañado su vida y por la que sentía auténtica devoción.