El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió hacer competencia a la gala de los Óscar con la celebración ayer noche en la Casa Blanca del baile de los gobernadores, la primera gran fiesta que organiza desde que llegó al poder. Mientras en Los Ángeles se celebraba la gala de los Óscar, Trump y su esposa Melania serán los anfitriones en Washington de un baile al que están invitados los líderes de los 50 estados del país, tanto demócratas como republicanos.

"Estoy orgullosa de poder invitar a todos los gobernadores a la Casa Blanca para este importante evento anual", dijo en un breve comunicado la primera dama, Melania Trump. "Esta noche nos unimos como una sola nación, dejando atrás las posiciones políticas y los intereses partidistas", añadió Melania, que hizo de maestra de ceremonias, tratando así de silenciar a aquellos que critican que se haya ausentado de la Casa Blanca para vivir en Nueva York con su hijo. A pesar de su notable experiencia en el mundo del espectáculo, Trump trató anoche de sumergirse en su encuentro con los gobernadores y evadirse de las críticas que estaba previsto que le llovieran durante la ceremonia de los Óscar.

Los artistas, tradicionalmente progresistas, no tienen una relación muy fluida con Trump, quien considera a Hollywood parte del sector privilegiado y corrupto de EE UU. El pasado enero, una intérprete tan respetada y admirada como Meryl Streep llegó a marcar el tono en los Globos de Oro con un encendido y apasionado discurso en defensa de los extranjeros, la creación artística y la prensa libre.

"El único trabajo de un actor es sacar a la luz la vida de personas diferentes (...) Si expulsan a los extranjeros solo veremos fútbol y artes marciales", aseguró la actriz, que añadió que "la falta de respeto provoca más falta de respeto y la violencia invita a la violencia". La respuesta del presidente Trump no se hizo de rogar y a través de un mensaje en su cuenta de Twitter aseguró que Streep era una "lacaya" de Clinton y como actriz estaba "sobrevalorada".