Tom Ford nació en Austin (Texas) el 27 de agosto de 1961 y es lo menos parecido posible a un texano prototípico. Ese look de sombreros, jeans y camisas de leñador no va con su espíritu exquisito. Tan exquisito como rebelde, todo hay que decirlo.

El célebre creador de moda y cada vez más, director de cine que acaba de estrenar su segunda película este viernes, desprende misterio sin parar. Es un enigma en sí mismo. Controla al máximo lo que le rodea hasta rozar el comportamiento obsesivo-compulsivo.

En su despacho tiene un jarrón de cristal lleno de lápices rojos afilados a la misma longitud. No los usa. Confiesa que ha dejado de escribir en papel, pero le encanta mirarlos. El diseñador americano máximo exponente del glamour sexy del siglo XXI es un moderno Dior pero a diferencia de su predecesor francés la pasarela se le quedó pequeña hace siete años, fue entonces cuando Ford, propietario de su marca de moda, decidió lanzarse al ruedo del cine.

No hace falta decir que la estética de las dos películas que ha hecho hasta ahora -"A Single Man" (Un hombre soltero, 2009) y "Nocturnal Animals" (Animales nocturnos, 2016- es una auténtica oda al gusto refinado con apellido americano.

Cuando trabajó en Gucci e Yves Saint Laurent ya dejó claro que tenía criterio y que no le importaba nada provocar, con anuncios e imágenes como la de la modelo con el logo de Gucci afeitado en su vello púbico.

Odia las fotos personales y no se sabe demasiado de su vida, aunque sí es notoria la relación que mantiene desde hace 27 años con el experiodista de moda Richard Buckley, un amor legalizado y colmado con un hijo fruto de un vientre de alquiler.

Así es Ford, lo mismo viste a una joven neoyorkina de acuerdo con los más clásicos dictados de la elegancia sofisticada de la gran manzana, que se pone el mundo por montera saliendo del armario, eso sí, de una forma muy "chic".

De él han llegado a decir que es el homosexual más heterosexual del mundo. "Pelo, maquillaje, mucho maquillaje y zapatos", dice Ford cuando se le pide que defina lo más importante en la apariencia de una mujer.

Confiesa que analiza al detalle a sus interlocutores, así que tenerlo delante debe de ser bastante inquietante, sobre todo si ese día no has ido a la peluquería o no has acertado del todo con el color de la sombra de ojos. A Ford le gustan las mujeres (no en el sentido sexual de la expresión), como él las ve sobre la pasarela. Cubiertas de abrigos envolventes con cuellos de piel, chaquetas de napa extrafina y faldas midi que se deslizan con delicadeza por debajo de las rodillas.

Domina la puesta en escena. De hecho, iba para arquitecto y decorador de interiores. También quiso ser actor, pero alcanzó la fama mundial como diseñador de moda.

Ford confiesa que reconoció su homosexualidad cuando llegó a Nueva York, desde su Texas natal, para estudiar. Hasta entonces había salido con chicas, con la típica agenda de un adolescente americano, sumido en una aparente y feliz normalidad.

Todo aquel ficticio castillo de naipes se vino abajo cuando Buckley se cruzó en su camino. Se vieron en un desfile en 1986 cuando el diseñador tenía 25 años. Se puso muy nervioso. Buckley tenía 38 años y Ford se asustó porque descubrió que aquel "hombre de pelo plateado que le estaba mirando con penetrantes ojos azul agua" era el hombre de su vida, según reveló en una entrevista.

Al frente de Gucci Ford logró que la marca recuperase prestigio y mercado. Domenico De Sole, socio, y la otra mitad del tándem de éxito en el negocio, comentaba que cuando Tom llegó a Gucci todo era marrón, redondo y blando; cuando él salió todo era negro, cuadrado y duro.

Las ganancias también aumentaron de una forma escandalosa. En YSL puso en marcha la misma estrategia para resucitar la firma parisina, tocada tras la marcha de su fundador. Lo consiguió. En realidad, lo logró todo en el mundo de la moda. Ahora quiere ser respetado y reconocido como cineasta. En "Un hombre soltero" adaptó la novela de Christopher Isherwood, publicada en 1964, que narra la vida cotidiana de un homosexual, hasta el punto de considerarse un hito en el movimiento de liberación gay. Ford adquirió los derechos de la obra en 2007 con intención de dirigirla.

En aquel momento pocos le tomaron en serio. Más bien lo vieron como el nuevo capricho del niño mimado que fue y sigue siendo. Se equivocaron. La película se estrenó en 2009 y fue un auténtico bombazo.

Colin Firth, el protagonista, ganó la Copa Volpi a la mejor interpretación masculina en el 66º Festival de Venecia, el BAFTA del mismo año y fue candidato al Óscar al mejor actor. La película también recibió el premio Queer Lion.

En 2005 Ford fundó la marca que lleva su nombre que se ha convertido en una de las representantes más exclusivas de la moda actual, con un amplio catálogo de perfumes y maquillajes. Los diseños de impecable factura con acabados y materiales exquisitos, para hombre y mujer se convierten en piezas de culto cada vez que llegan a las tiendas.

Así que Ford sigue adelante con esa piel bronceada en su punto y una cara de haber pasado el fin de semana en el barco, con esa camisa blanca e impecable desabrochada en tres botones, y unas chaquetas que parecen cinceladas sobre su cuerpo. Ahora asegura que no vestirá a Melania Trump (y eso que ya lo ha hecho).

Es el mejor embajador de sí mismo. Si Tom Ford volviera a nacer, sin duda, volvería a ser Tom Ford.