Ramón Serrano Suñer, el cuñadísimo de Franco, era poco más alto que su jefe. Demasiado bajo para un galán de novela rosa así que los responsables de Lo que escondían sus ojos eligieron para interpretarlo al actor y modelo cubano Rubén Cortada, que mide casi 1,90 y es moreno, no rubio como el ministro de Exteriores franquista. Es una de "licencias" que se permite la sonrojante serie estrenada el martes por Telecinco, en la que la actriz Blanca Suárez es una "it girl" de la posguerra que luce un "outfit" distinto en cada escena, con tocados espectaculares y lencería fina. Y una aspirante a Maquiavelo de El Pardo es Carmen Polo, la esposa del dictador, encarnado con su talento habitual por Javier Gutiérrez, que logra que el personaje tenga vida a pesar de las frases esculpidas en mármol del guion. Alejándose bastante de la novela de Nieves Herrero (que no es ninguna obra maestra precisamente, pero se toma más en serio a los personajes y los hechos históricos) la serie es un potaje donde se echan restos de otros productos de éxito: modelitos, pasiones desatadas, odios, celos, envidias, polvazos, conspiraciones, amores clandestinos... Un traslado al mundo rosa más almibarado y falso de un episodio quizás intrascendente en la historia del franquismo pero sin duda revelador de muchas de sus miserias y podredumbres. Lo que escondían sus ojos irrita a los que admiran a Serrano y también a los que le detestan por considerarlo responsable directo de la represión y aliado entusiasta de los nazis. Los primeros, por convertirlo en un frívolo figurín de pasarela encarnado por un pésimo actor. Los segundos, por dar una imagen del personaje tan edulcorada y glamurosa. Llega un momento en el que la serie solo puede disfrutarse si se toma como una comedia.