Sidonie ha encontrado el amor y eso se nota en su octavo álbum, que, a falta de lances sentimentales que llevarse a la boca, canta a su otra pasión, la música popular, de 1954 hasta hoy, reivindicando a quienes rechazaron el inmovilismo: los "peores grupos del mundo" que cambiaron el curso de la historia.

"Hay una tendencia a querer que un grupo se quede siempre en el mismo momento en el que estaba cuando lo descubriste, como esos rincones recónditos del mundo que quieres solo para ti, pero en la música pop es complicado retener a un grupo que desea crecer", afirman en una entrevista con Efe los miembros de esta banda catalana ante versos suyos como "morid jóvenes o no cambiéis".

Aparecen en "El peor grupo del mundo" (Sony Music), que acaba de salir al mercado, con temas de celebración, contagiosos y de fuerte carga melódica, como el que da título al disco o el sencillo "Carreteras infinitas", que han permitido que este grupo de la escena alternativa haya saltado ahora a la radiofórmula y, consecuentemente, amplíe su base de seguidores. El carácter álgido de estas composiciones bebe, en primer lugar, de la gran acogida en festivales de temas como "Estáis ahí", de su anterior álbum, "Sierra y Canadá" (2014), así como del buen momento vital que atraviesa la banda y sus integrantes.

"Si hasta Jes (Senra, el bajista) se ha sacado el carné de conducir con 43 años. Uno no hace eso si está mal", bromea el trío.

Ya en serio, comentan que Marc Ros, vocalista, guitarra y compositor de estas canciones, está "en estado de gracia, porque está bien".

"Antes le cantaba al desamor. Ahora que el amor es correspondido, le canta a otra pasión, que es la música", explica su compañero Axel Pi, batería, sobre un álbum de "metapop", igual ese cine que habla del cine.

Lo de "peor grupo del mundo" es un apelativo reiterativo que, como rememoran en su elogiada nota de prensa, recibieron al principio de sus carreras artistas rompedores de la talla de los Beatles, los Ramones, los New York Dolls, los Smiths, Queen... También ellos.

"En lugar de debilitarnos, esa frase se convirtió en un tótem que nos ha vuelto más fuertes", asegura Ros, recordando sus comienzos, hace casi 20 años.