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Asma al-Asad, el gran fraude del desierto

La guapa, pija y fría esposa de Bashar ha fracasado en el papel que Occidente le atribuyó como modernizadora de Siria

Asma al-Asad, en 2003.

De las últimas noticias que se tienen de Asma al-Asad, la bella, sofisticada, pija y fría esposa del presidente sirio, Bashar al-Asad, es la recogida por el periódico británico "The Guardian" el pasado agosto, cuando destapó que tanto la ONU como la OMS han enviado cantidades ingentes de dinero a Siria con fines sanitarios, educativos y alimentarios, a través de organizaciones vinculadas a los Asad y todo canalizado a través de Syria Trust, ésta en manos de la primera dama del país. Esto no ha hecho más que aumentar las sospechas sobre los tejemanejes de una familia que ha gobernado con mano férrea el maltrecho país de Oriente Medio desde la década de los 60 y en la que Asma (Londres, 1975) parece encontrarse a gusto, a tenor de los 16 años que celebra de matrimonio con Bashar y con el que ha tenido tres hijos.

Poco más se sabe de lo que han deparado los últimos cinco años a Asma Fawaz al-Akhras, su nombre de soltera, desde que en 2001 su país entrase en una brutal guerra civil que ahora parece estar en un "impasse" con una tregua que se tambalea cada minuto que pasa. Aunque una cosa está clara de Asma: que la que fue vista como la gran esperanza para "europeizar y modernizar" Siria ha resultado ser todo un fraude. Todo indica que esta londinense -por nacimiento- sunita (su familia es originaria de Homs) no ha dudado ni un momento en que lo primero en todo este tiempo ha sido su bienestar y el de los suyos, y que ha mirado para otro lado mientras las tropas mandadas por su esposo masacraban y gaseaban a la población civil sin piedad. Al menos, no ha dado muestras de lo contrario y de las pocas veces que se ha pronunciado sobre la guerra siria ha sido para decir que ella está al lado de su esposo.

Lejos quedan los reportajes de sociedad que la prensa rosa europea y estadounidense dedicaron en 2001 a la que apodaron la Rosa del Desierto con el objetivo de destacar su educación europea y su potencial poder para abrir las ventanas y que los aires de libertad entrasen en los despachos de Damasco. A Asma se la retrató como la joven moderna y liberal, casada por amor con Bashar, que por carambola acabó de presidente (el heredero era su hermano Basel, fallecido en un accidente de tráfico). Las comparaciones no se hicieron esperar: Asma fue la nueva Rania de Jordania y el matrimonio Asad los nuevos Sarkozy y Carla Bruni, eso sí, salvando las distancias. Tanto ella como él saben lo bien que se vive en Occidente, concretamente en Londres, donde la primera se crió y estudió, para luego trabajar por el resto de Europa y EE UU, como ejecutiva de importantes firmas bancarias y financieras. Su marido completó en la capital del Reino Unido sus estudios de Oftalmología hasta que en 1994 tuvo que volver a Siria para formarse como sucesor de su padre.

Dos años antes había conocido a Asma en una fiesta en Londres, y tiempo después comenzaron a cortejar en secreto (cuentan que la madre de él era la principal opositora a una relación, por ser la novia de origen sunita, mientras los Asad son alauitas) hasta que anunciaron boda: el 31 de diciembre de 2000. A partir de entonces la pareja presidencial saltó a las páginas de la prensa de medio mundo, que no dudó en hablar de que los cambios se avecinaban en Siria.

Parece ser que los cambios fueron sólo estéticos, pues la única novedad fueron los diseños de las grandes firmas de moda de lujo que la primera dama comenzó a lucir en sus actos oficiales. Mucho tiempo después llegaron los cambios, pero de mano del pueblo, aunque en el caso de Siria la primavera árabe se ha estrellado con todo el equipo.

No así ocurre con Asma ni Bashar, a los que la unión parece haber dado la fuerza.

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