"La pareja salía por separado de palacio para saludar a los miles de ciudadanos que se agolpaban en las calles de Oslo para saludarlos. Los noruegos expresaban así la aceptación a la joven princesa".

Así recogían los teletipos el 25 de agosto de 2001, fecha de la que se acaban de cumplir 15 años, los detalles de la boda de Haakon Magnus de Noruega y Mette-Marit Tjessem Høiby, una joven de vida "disipada" que había conquistado al heredero desde que se conocieran a finales de los años 90 en un festival de rock. La necesidad de explicar que con los aplausos y saludos el pueblo noruego daba su visto bueno al enlace no estaba de más. Porque la boda removió los cimientos de la Casa Real noruega, escandalizó en el gobierno e hizo poner el grito en el cielo a los ciudadanos del que se tiene por uno de los países más avanzados en cuestiones sociales.

Mette-Marit llegó a palacio con 28 años (los mismos que su enamorado príncipe) y con un hijo de una relación anterior con un exconvicto por tráfico de cocaína. Había dado cuenta de sus preferencias amatorias en un reallity de la televisión para encontrar novio. Y de sus estudios y trabajo, poco se sabía. Por resumir: la policía noruega llegó a calificar el matrimonio como "un riesgo para la seguridad" de la Casa Real.

Pero el amor es el amor y Haakon tenía claro que era ella o nada. De aquella, unos cuantos herederos europeos -algunos incluso ya reinan- eran famosos por sus signos de rebeldía y su decisión firme de elegir esposa líbremente.Haakon no estaba solo. Al sur de Europa, en España, el entonces príncipe Felipe también liaba algo parecido. El hoy rey de España andaba entonces enamorado de la modelo noruega Eva Sannum, algo que no gustaba nada en casa ni en la calle. Al hoy Felipe VI le pararon los pies cuando éste se plantó, en la boda de Haakon y Mette-Marit, con Sannum. La foto de ambos juntos, en el baile del banquete, dio la vuelta al mundo. En España, disgustó y encantó al mismo tiempo: lo primero, porque los detractores no acaban de ver a una modelo en el trono que ocupó Isabel la Católica; lo segundo, por la guapa, rubia y salerosa reina que se avecinaba. Lo que vino después, ya se sabe.