Tras varias décadas retratando con su mirada avispada y su inseparable cámara las faenas de otros sobre la arena en cientos de plazas de toros, el decano de los fotógrafos taurinos, "Canito", se despide como un maestro: dando la vuelta al ruedo y saliendo a hombros por la puerta grande.

Era su deseo, confesado a amigos del mundo taurino y a familiares, que será una realidad hoy cuando se cierre la capilla ardiente que desde ayer al mediodía está instalada en la plaza de toros de Valencia para despedir a Francisco Cano Lorenza, que ayer de madrugada ha fallecido a los 103 años.

La gorra blanca con su nombre escrito en negro con rotulador, símbolo de "Canito", y una de las últimas cámaras que utilizó hasta hace apenas dos meses cuando sufrió una neumonía descansan sobre un sencillo féretro presidido por una instantánea del fotógrafo apoyado sobre la barrera en una plaza de toros.

Con cuentagotas llegaban ayer, por la mañana, aficionados, amigos y peñistas a dar el último adiós a un personaje cuya profesionalidad, generosidad y bondad, como comentaban en algún corrillo, marcó una vida centenaria, en la que antes de fotógrafo también fue boxeador, ciclista, nadador y novillero.

Isabel asegura que Cano ha estado "mimado" en sus últimos días y sus palabras recuerdan el cariño, respeto y admiración que despertó durante toda su vida quien ella define como "buen padre y buen abuelo, además de buen profesional".

Su familia se queda con "el montón" de amigos que hizo Cano a lo largo de su vida, tanto en España como en el extranjero, toreros, periodistas, médicos y aficionados: "Era una persona generosa y lo quería todo el mundo". Siempre será recordado con una cámara al cuello.