La reina Isabel II celebró ayer su 90 cumpleaños con un desfile multitudinario en la localidad inglesa de Windsor en donde recibió el calor de sus súbditos y dio inicio a unos fastos que durarán varios meses.

Ataviada con un traje verde y su habitual sombrero a juego, la soberana más longeva y la que más años ha reinado en la historia del Reino Unido recorrió los alrededores de su castillo en Windsor, a 40 kilómetros de Londres, a bordo de un lujoso Bentley oscuro con el techo abierto para saludar a quienes esperaron horas a los bordes de la carretera para verla pasar.

El príncipe Felipe de Edimburgo, que en junio cumplirá 95 años, no se separó de su esposa durante una mañana en la que ambos se acercaron en diversas ocasiones al público para recibir felicitaciones y ramos de flores.

Salvas de cañón, bandas de música, desfiles militares y otros actos se multiplicaron en el Reino Unido para celebrar una jornada que se cerró por la noche con el encendido de mil antorchas a lo largo del país, a modo de velas de cumpleaños, para honrar a la monarca.

En ocasión de sus 90 años, Isabel II rompió la tradición de celebrar su aniversario en junio, una costumbre establecida en 1748 por Jorge II para aumentar las posibilidades de que las celebraciones reales no coincidan con una jornada primaveral lluviosa.

A pesar del cambio, el cielo se mantuvo despejado y la temperatura rozó los 17 grados centígrados en una jornada que la reina inició escuchando a través el servicio mundial de la BBC un mensaje personal de su hijo, Carlos de Inglaterra. Aprovechando el 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare, el príncipe de Gales felicitó a su madre recitando por la radio un fragmento del autor inglés.