Esta vez no han sido necesarias las artes adivinatorias de Rappel o Sandro Rey ni esperar al oráculo del cuché. Para eso tenemos los topos y las topas. Kiko, que es muy moderno para unas cosas pero muy tradicional para otras, preparó cuidadosamente un dos por uno. Una cosa muy en tendencia. Tú vas a una Kesta y sales de allí casado. Vas a un bautizo y terminas con la rodilla hincada en el suelo y poniendo un pedrusco en un dedo. Porque uno, antes que diyei, es exclusivero. Y bastante disgusto es que mamá, la que más sube el caché, no se ponga la peineta de madrina ni acuda a la iglesia para no terminar otra vez en el Gólgota como aquel día de los juzgados. Pero claro, Kiko Hernández es mucho Kiko Hernández (no en vano es alumno aventajado de la Merche) y él ya sabía lo que había: un anillo sorpresa bajo los faldones de cristianar de la neófita. Lo de las exclusivas chafadas va a ser cosa de familia. Ya le pasó al del chaqué y el sombrero de copa, a cuyos invitados solo les faltó retransmitir la boda en Periscope. Y la del otro hermano la largó enterita el pequeño de la casa. Esto, en los buenos tiempos de la matriarca, no pasaba. Vamos.