Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El vestidor

No me imagino a Preysler, Isabel, entrando por la puerta de servicio, qué quieren que les diga. Dando saltitos entre bambalinas con el vestidazo de paillettes recogido en una mano y un Nobel de Literatura en la otra. No una novela, entiéndanme, como hacemos todas, ella lleva al Nobel en persona. En persona, y en esmoquin. Es lo que cuentan que les pasó en la gala de los Goya. Se equivocaron de puerta: eran debutantes, noveles amén de nobeles (ella en calidad de consorte). Como Pablo y Albert, los de la pajarita a punto de arrancarse con el claqué. ¿O ese era Rovira? Pero a lo que íbamos, si el relato es cierto se fueron a la trasera, esa zona que no frecuentan ni ellos ni Carmen Lomana, entre otros. Y, una vez percatados del error, optaron por dar la vuelta al edificio y repetir llegada, ahora sí, triunfal. Así que, ni cortos ni perezosos (es de suponer que por mano alzada de él, todo un caballero) tomaron un taxi. Justo en este punto es donde el relato da pie a dejar volar la imaginación. ¿Imaginan que el taxi de Isabel y Mario, puestas a fabular, fuera exactamente el mismo que pudo haber llevado unas noches antes a Ylenia y el pequeño Nicolás hasta un hotelito? Es lo que tiene la noche. Taxi drivers.

Compartir el artículo

stats