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Dolor por un hombre íntegro

Djibril Zánga, trabajador de una ONG española impulsada por una mujer gallega, es uno de los treinta muertos en un atentado de Al Qaeda en Burkina Faso

Djibril Zánga, en Burkina Faso, donde trabajaba como conductor para la ONG Yamlaminim. // J.L. Fernández Sanjuán

Una fiesta de cumpleaños fue el origen, hace ya más de una década, de la ONG Yamlaminim. La homenajeada era Sara Caneda, barcelonesa de raíces gallegas. Para su 50 cumpleaños, sus amigos organizaron una multitudinaria celebración, y apenas se puso una condición a los invitados: no habría regalos, solo donaciones a una ONG para un proyecto solidario en África.

Meses después de la celebración, ya en 2006, Caneda viajó a Burkina Faso para ver los resultados de aquellas donaciones. En aquel viaje, comprobó cuánto había por hacer en el país y transmitió sus experiencias a su grupo de amigos más cercanos. Todos ellos acordaron dar entonces el paso para fundar Yamlaminim, que en moré, el idioma mayoritario en el país, significa "haz lo que el corazón te dicte". Para tener una presencia más efectiva en el país africano, Yamlaminim contó desde sus orígenes con la colaboración de Hamidou Salambere, que pasó a ser su representante en el país. Con el tiempo, un segundo colaborador local se unió a la organización: Djibril Zánga, un joven que trabajaba como conductor.

Zánga estaba el pasado viernes, 15 de enero, en Uagadugú. Regresaba de trabajar cuando se paró a tomar un refresco en la cafetería Cappuccino, frente al hotel Splendid. Poco antes de las ocho de la tarde, un vehículo explotó a las puertas del hotel, punto de reunión de viajeros occidentales, y acto seguido un grupo de individuos irrumpió en la cafetería, disparando sobre los clientes.

Las noticias del atentado, perpetrado por Al Qaeda y que segó la vida de 30 personas, muchas de ellas cooperantes, impactaron a los miembros de Yamlaminim, que rápidamente trataron de ponerse en contacto con sus colaboradores locales. Lograron hablar con Hamidou Salambere, pero eso solo incrementó su preocupación: no tenía noticias de Djibril desde el día del atentado.

Con el paso de las horas, los peores augurios fueron confirmados. Finalmente, Salambere logró confirmar lo que todos temían: Zánga era una de las víctimas del Cappuccino. De hecho, la mesa en la que se sentaba fue la primera en recibir los disparos de los terroristas. Tenía 31 años y deja esposa y dos hijas: Wassiratau, de 6 años, y Rabiata, de 3.

A la hora de informar del ataque, se hizo especial hincapié en la diversidad nacional de las víctimas: 30 muertos, dieciocho nacionalidades. Sabemos que había seis canadienses y tres ciudadanos franceses, pero se tiende a obviar el número de burkineses asesinados: ocho, más que de ninguna otra nacionalidad. Entre ellos, Zánga.

El colectivo humano que forma Yamlaminim aún no ha asimilado la pérdida. "Me cuesta aceptar que no lo volveremos a ver. Alguien como él te hace sentir arropado, tranquilo. Con él, todo controlado. Djibril tiene inacabables sonrisas, incontables gestos amables. Todos los hemos visto", asegura José Luis Fernández, que conoció bien al burkinés. "Recuerdo su humildad, su disposición a ayudarnos siempre, su tremenda sonrisa amiga, como se reía de nuestras tonterías, su ingenua dignidad, su mirada envolvente llena de sincero cariño", añade Imma Calí.

Burkina Faso no se llamó siempre así: en los oscuros tiempos coloniales, aquellos que retrató como nadie Joseph Conrad, era la República del Alto Volta.

Fue en 1984, el mismo año en el que nació Djibril, cuando la nación, ya emancipada del dominio europeo, adoptó su actual denominación. Un nombre que se traduce como "la patria de los hombres íntegros".

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