Olviden los sesudos análisis de los politólogos, los exámenes detallados del lenguaje no verbal, los memes que corren por las redes, los vítores y abucheos respectivos y los tuits de todo tipo de influencers, Jorge Javier incluido (si aceptamos a la vice por Mariano, aceptamos pulpo como animal de compañía). El balance definitivo, la madre de todas las conclusiones, el dictamen final, la sentencia máxima, procede al final de entorno aristocrático. Lo firma el hijo guapérrimo y elegantísimo de Naty, el joven duque. Subió una fotografía a su perfil de Instagram en la que aparecía su gato -bello, suave, con pedigrí, a su imagen y semejanza- perezoso, hecho una bola en el sofá. "Esto es cuanto le interesa a mi gato Luis Alfonso el debate de hoy", escribía (el dueño, no el felino). Lectura posiblemente compartida por muchísimos españoles con independencia de su extracción social. Pero un momento: rebobinen. ¿El gato de Luis se llama Luis Alfonso? ¿Luis Alfonso como el de Borbón, el de Anjou? El perro de Mariano se llama Rico, por cierto. Rico, ¿cómo quién?
