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El vestidor

Es lo que tiene la cera frente a los mármoles, los bronces u otras forjas. Es más maleable. No tan hendible como la madera o tan efímera como la arena. Dúctil frente a lo diamantino o lo granítico de las esculturas de la Grecia clásica. Así que, aunque estatuas, las del museo de cera se ven sujetas a veleidades tales como las llamas del averno o las transformaciones físicas del modelo original. ¿Qué habría sido de Miguel Ángel si su David se hubiera ciclado tras posar para el inmortal artista? ¿O de Leonardo en el supuesto de que Mona Lisa se hubiese amorcillado los labios? Los del museo de cera se han visto obligados a recomponer la primera familia una y otra vez. Igual retiran a un par de cuñados que retocan el real rostro o les crecen las princesas. Y así siempre.Con la reina van por la tercera réplica, al tiempo que esculpen la de María del Monte, por citar otra personalidad. Lo de los infantes es todavía más delicado. Porque esos dan el estirón cuando menos te lo esperas. Así que con la princesita, aunque ya tienen la versión infantil, han decidido ser más prudentes y esperar que supere la pubertad y alcance la mayoría de edad, en la vida y en la dinastía. Por si acaso.

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