La ruptura más sonada (de momento) del otoño no ha sorprendido. Lo sorprendente sería que ambos siguiesen juntos después de cerca de cuatro años de relación. Porque al tratarse de Carlota de Mónaco, como buena Grimaldi nadie esperaba otra cosa que un fracaso sentimental con el actor Gad Elmaleh seguido -como parece que es- del inicio de otra relación.

Las idas y venidas de su madre Carolina y su tía Estefanía -ambas con una larga lista de aventuras sentimentales y varias bodas- han alimentado desde la década de los 70 a la prensa del corazón. La cosa parecía ponerse seria en Mónaco con el cambio de siglo y saltaban las alarmas en el mundo del "cuore" mundial ante cierta sosería y estabilidad de sus vástagos: los de Estefanía, los más jóvenes, apenas dan que hablar, dedicados al estudio, los deportes o, todo lo más, a algún desfile de moda; los de Carolina, salvando a la aún joven Alexandra, están entregados a sus negocios, casados (en el caso de Pierre y Andrea), con parejas estables (hasta ahora, Carlota) y entregados a un "dolce far niente" de lo más ingenuo y aburrido comparado con el ritmo que llevaron en su juventud sus madres.

Pero que no cunda el pánico. Carlota va por buen camino, al menos, el que gusta a la prensa del corazón. En los últimos días las crónicas de medio mundo han recogido su ruptura con Elmaleh. Más bien parece que fue hace tiempo, pues la bella joven se pasea ya con otro amigo, también del mundo del cine y también bastante mayor que ella: el director Lamberto Sanfelice. De la relación con el actor francés de origen marroquí queda el pequeño Raphael, a punto de cumplir dos años, y también cierta querencia hacia el mundo del celuloide de la princesa. La nieta de una actriz de Hollywood oscarizada (Grace Kelly) cambia actor cómico por un director de películas independientes (Sundance es su templo, "Cloro" su última creación) que, parece ser, le presentó su cuñada Beatrice Borromeo en el festival de Berlín.

Así las cosas, ya han empezado a hacerse paralelismos entre la vida sentimental de Carlota y la de su madre. Nadie pensaba que la hija iba a emular a la díscola Carolina de finales de los 70, cuando llevó el primer disgusto a palacio con su noviazgo con el playboy Philippe Junot, con quien llegó a casarse para disgusto de Rainiero y Grace. El matrimonio (con gran diferencia de edad) duró escasos dos años. Gad Elmaleh no es, ni mucho menos, un playboy sin oficio ni beneficio, y encima ha hecho reír a la triste de mirada Carlota, a la que parecen gustar los hombres inteligentes o, al menos, alejados del círculo de los insulsos jóvenes millonarios y aristócratas que rodean a los cachorros monegascos. Eso sí, el actor francés, al igual que Junot, tampoco lo tuvo fácil para entrar en palacio y al principio contó con el bloqueo de su propia suegra, que finalmente tragó y hasta hicieron buenas migas.

Más fácil en La Roca (como se conoce el palacio monegasco) lo tuvo Alex Dellal, el anterior novio de Carlota, al que ésta dio pasaporte al caer rendida a ante el ingenio de Elmaleh. Con Dellal -ahora felizmente casado con una modelo, dedicado al arte e hijo del multimillonario Guy Dellal y de la "extop" Andrea de Magalhaes Viera- estuvo algo más de cinco años. Se llegó a hablar de boda y las madres de ambos compartieron vacaciones. Pero el chico no cuajó, quizás demasiado joven para una princesa que busca hombres mayores: 29 tiene ella, 44 Elmaleh y 40 Sanfelice. Ni hablar por tanto de los anteriores a Dellal, jóvenes, millonarios aunque no lo suficiente maduros para Carlota: entre ellos se encuentran -oficializados por la Wikipedia y la prensa de medio mundo- el joven aristócrata austriaco Hubertus Arenque Frankensdorf y Felix Winckler, hermano de una amiga suya.

Con todo, a sus 29 años la hija va muy por detrás de la madre. Ya que Carolina, a su edad, tenía en su haber un matrimonio fracasado (el citado de Junot), una larga lista de novios (algunos muy sonados como Roberto Rosellini o Guillermo Vilas) y otra boda, con Stefano Casiraghi, con quien tuvo tres hijos. De momento, a Carlota todavía no le pueden echar en cara ningún divorcio ni ningún escándalo.