Carlos Saura vivió de niño la guerra y posguerra civiles, de la censura aprendió a rodar "con improvisación y una gran economía de medios", y ha dedicado a la música de raíz la tercera juventud de su trayectoria cinematográfica, aunque "no hay ninguna película mía que no sea musical", ha aclarado en durante el festival de cine deValladolid.

La música, la partitura, "es el único lenguaje universal que existe", afirma quien ya en una de sus primeras películas, "Pepperment Frappé" (1967).

De su madre, pianista profesional, heredó su pasión por la música, "algo que ha estado dentro de mí toda la vida", aunque le queda la "gran frustración" de no haberla podido estudiar", de no poder interpretar una partitura, añade en la ciudad pucelana, donde ha presentado "Zonda, folclore argentino", su última incursión en los ritmos de raíz.

La 50ª edición del festival de cine vallisoletano, más conocido como Seminci es el escenario escogido para le presentación de esta película, que se proyecta fuera de consurso.

En ella se reivindica la cultura india en el país argentino donde, en su opinión, "parece que está desapareciendo", al igual que en España las canciones populares que él escuchaba de niño durante la Guerra Civil en boca de milicianos, obreros y mujeres en las colas de las tiendas.

"Es un material que está un poco abandonado y habría que recuperarlo", ha reflexionado antes de recordar que su primer contacto con el cine musical se lo facilitó el productor Emiliano Piedra para rodar "Bodas de sangre" (1981) con los actores Antonio Gades y Cristina Hoyos.