Una reforma que prima los colores neutros y el buen gusto, rescatando lo mejor de los materiales y espacios originales, y decorada con el encanto de lo rústico ha hecho de esta casa de la comarca catalana del Empordà una vivienda muy acogedora y luminosa.

La luz entra a raudales en esta casa de pueblo de Girona y llena sus estancias, aportando calidez al hogar. En ello juega un papel determinante el aprovechamiento de todas las potencialidades de la estructura original de la vivienda.

Los patios son siempre una garantía de luminosidad y frescura. La casa respira a través de ellos y se llena de ambiente mediterráneo. También juegan un papel determinante el suelo de barro cocido, así como los clásicos techos de masía catalana, que confieren armonía al espacio con sus arcos y su ladrillo abovedados, y las formas redondeadas originales de puertas y ventanas.

El color blanco, la madera antigua, el ladrillo y el resto de colores neutros del mobiliario pintan la casa de serenidad y explotan al máximo el espacio de cada estancia.

La cocina se asoma a un patio que aporta luz y vida, mientras que en el salón nada desentona y ganan protagonismo los elementos rústicos de madera. El dormitorio, en el piso superior, conserva las vigas de madera, aunque pintadas de blanco.

La vivienda rebosa de rincones encantadores para disfrutar del hogar, tanto en sus estancias como en el exterior, los patios, donde la vegetación juega un papel muy importante.