Su trabajo, publicado hoy en Nature Medicine, demuestra por qué falló esta inmunización y es un buen apoyo para los ensayos basados en vacunas atenuadas que se están iniciando en diversos países, entre ellos España, y de los que se esperan buenos resultados a corto plazo.

El estudio desmonta la hipótesis más aceptada hasta ahora que achacaba la falta de éxito del ensayo a una alteración importante de una de las proteínas que reconocen las anticuerpos para neutralizar el virus, causada por el tratamiento utilizado para reducir su capacidad de infección.

Sin embargo, los resultados negativos se debieron a una falta de maduración de la respuesta inmune y ésta, probablemente, radica en el modelo de vacuna utilizado -no replicativa- mientras que cuando se emplea una vacuna autorreplicante, la respuesta sí madura y se forman anticuerpos capaces de neutralizar el virus.

Las vacunas no replicativas son aquellas que se basan en virus cuya capacidad de infección se ha anulado por tratamientos químicos o físicos, mientras que las autorreplicantes son aquellas que utilizan virus atenuados, que son capaces de inducir una respuesta inmune sin producir enfermedad.

El VRSH fue aislado hace poco más de cincuenta años por Robert Chanock en un niño que tenía bronquiolitis. Sus indagaciones verificaron que era la principal causa de esta enfermedad, de neumonías y de otras infecciones severas del tracto respiratorio en menores de un año.

Investigaciones realizadas en años posteriores también demostraron que el VRSH es una causa frecuente de infecciones respiratorias graves en ancianos y pacientes inmunodeprimidos.

Durante más de cuarenta años los resultados adversos de una vacuna no replicativa, basada en virus inactivados químicamente, han comprometido el desarrollo de un tratamiento eficaz y seguro.

Se trata de un virus del que, al igual que ocurre con la gripe, el organismo no se inmuniza a pesar de haber tenido contacto con él y se puede padecer varias veces a lo largo de la vida.

Tiene una elevada prevalencia, ya que se calcula que entre el 70 y el 80 por ciento de los menores se contagian durante su primer año de vida y que, a los tres años, todos han sido infectados alguna vez.