Sobrevolando el norte de Sumatra se divisan decenas de columnas de humo blanco elevándose hacia el cielo, que difuminan el paisaje como una ligera neblina azulada y recortan drásticamente la visibilidad.

La escena parece propia de un paisaje industrial, pero hasta donde alcanza la vista tan sólo se extienden decenas de kilómetros cuadrados de bosque tropical cubriendo valles y montañas: arde la selva virgen.

Según las denuncias de diversos grupos ecologistas como Greenpeace, la principal causa de estos fuegos es el ansia de agricultores y grandes plantaciones de ampliar las zonas de cultivo para el polémico aceite de palma.

Al calor de la imparable subida de los precios de la energía, Indonesia destina cada vez mayores extensiones de terreno a este cultivo, y en 2008 prevé obtener 18,6 millones de toneladas de aceite de palma, afianzándose como primer productor mundial, según datos oficiales.

De las quemas indiscriminadas no sólo se beneficia el sector agrícola, ya que en muchas ocasiones los árboles de las zonas afectadas por el fuego puede utilizarse para la industria maderera, un importante sector económico del país.

Según expresaron a Efe varios habitantes de la provincia de Sumatra Septentrional, las quemas se multiplican en estos días.

"Unas cuatro semanas después de que termine la época de lluvias, cuando la selva está bien seca, empiezan a prenderle fuego", explica Bulan Sitepu, responsable de un hotel de la región.

Entonces, las columnas de humo aparecen por toda Sumatra y provocan auténticos nubarrones que cubren la isla, impidiendo en ocasiones el tráfico aéreo al reducir la visibilidad a apenas 30 metros.

La humareda alcanza tales proporciones que frecuentemente cruza las fronteras de Indonesia y cubre Singapur, Malasia, Brunei, e incluso, las regiones más meridionales de Tailandia, países que año tras año repiten sus quejas ante Yakarta.

Por su parte, el Gobierno de Indonesia ha reconocido la gravedad del problema y ha anunciado que tratará de reducir en un 50 por ciento el número de focos este año, tal y como asegura que hizo en 2007 con respecto al año anterior.

No obstante, los más afectados por esta tragedia ecológica, los animales de Sumatra, asisten en silencio a la quema sistemática de la selva, su hábitat natural.

Algunas especies autóctonas únicas, como el orangután de Sumatra (pongo abelii), el tigre de Sumatra (panthera tigris sumatrae) y el rinoceronte de Sumatra (dicerorhinus sumatrensis), se encuentran "críticamente amenazadas" en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza.

El peor momento que se recuerda en Sumatra a este respecto fue en el bienio 1997-1998, coincidiendo con la desestabilización política que vivía el país por la crisis financiera asiática y la caída de la dictadura del general Suharto.

Entonces se estimó que las empresas locales, encabezadas por las líneas aéreas y el sector turístico, perdieron unos 9.000 millones de dólares (5.890 millones de euros) a causa de las quemas indiscriminadas.

Indonesia padeció la mayor tasa de deforestación del mundo entre 2000 y 2006 con 1,1 millones de hectáreas de bosque perdidas al año, o unos 125 campos de fútbol a la hora, aunque en los últimos años el ritmo de destrucción se ha moderado.

El archipiélago indonesio es uno de los lugares más afectados por la deforestación a causa de la falta de planes para controlar el desarrollo económico, el crecimiento demográfico, la extensión de zonas de cultivo y la explotación de sus ricos recursos mineros y forestales.

Según datos oficiales, cerca de la mitad de los 180 millones de hectáreas que componen el territorio nacional están cubiertos por bosques, lo que convierte a Indonesia en el tercer país por extensión forestal tras Brasil y el Congo.