La labor del Grupo de Biotecnología Vegetal Aplicada, del departamento de Producción Vegetal y Ciencia Forestal de la UdL, se inscribe en el proyecto europeo Pharma-Planta, un consorcio de investigación que integra a 39 instituciones e industrias de Europa y Sudáfrica y cuyo objetivo es lograr que las plantas produzcan proteínas farmacéuticas.

Se trata, según ha explicado a EFE la investigadora de la UdL Teresa Capell, de modificar genéticamente las plantas agrícolas, como el arroz o el maíz, para que puedan producir moléculas que permitan mejorar la salud de las personas.

Una de las líneas de investigación en las que trabajan los catorce investigadores de la UdL es en la mejora nutricional de los cereales, haciendo de ellos alimentos funcionales capaces de producir vitamina A, hierro, selenio o zinc, entre otros nutrientes, en partes concretas de las plantas, como las semillas, las hojas o las raíces, según convenga.

Teresa Capell y su equipo también han logrado desarrollar plantas más resistentes a largos períodos de sequía, así como a herbicidas y a ciertas plagas.

"Si realmente existe el cambio climático, las plantas no se van a adaptar por sí solas, a menos que las ayudemos", ha señalado esta investigadora leridana, hija de payeses, que ha trabajado durante más de diez años en Alemania y Reino Unido.

Capell trabaja en un proyecto pionero que puede revolucionar la prevención y el tratamiento del sida, enfermedad que padecen 33,2 millones de personas en todo el mundo, según los últimos datos de la ONU.

Los investigadores del consorcio Pharma-Planta han producido, mediante ingeniería genética, la molécula 2G12, uno de los anticuerpos más eficaces contra el VIH, en las semillas de la planta de maíz.

Esta proteína se podría aplicar en forma de pomada vaginal y actuaría como un microbicida, evitando la transmisión del virus del sida.

Este fármaco, que se encuentra en la primera fase de ensayo clínico, podría constituir una estrategia eficaz contra esta enfermedad, pues la molécula se podría obtener de forma barata y, por lo tanto, podría aplicarse masivamente en África y otros países en vías de desarrollo, donde la gran mayoría de afectados no tiene acceso a los tratamientos farmacológicos contra esta enfermedad.

Pese a las esperanzas que esta investigación abre para millones de personas de todo el mundo, Capell reconoce que existe un "pero" que impide que se avance aún más, y es que la base de estos experimentos son las polémicas plantas transgénicas.

Capell reconoce que experimenta una "sensación de impotencia" cuando colectivos antitransgénicos censuran su trabajo "sin ninguna base científica" y se oponen a este tipo de agricultura, manipulada con genes de bacterias, ignorando los avances para la salud que puede conllevar.

De hecho, la UdL ha descartado disponer de un invernadero propio en Lleida por temor al ataque de estos activistas, de manera que los investigadores realizan aquí la labor de investigación básica y envían las semillas y plantas a Alemania, donde otro laboratorio se encarga de cultivarlas en una instalación adecuada.