Al alcance de pocos, pues se halla a doce horas en barco de la costa más cercana, el santuario es el hogar de más de mil especies de fauna y flora marina, muchas de ellas en peligro de extinción o que han desaparecido de otras zonas del archipiélago.

Desde el descomunal tiburón ballena al diminuto caballito de mar, un sinfín de organismos de todo tipo habita las cerca de 10.000 hectáreas de barreras de coral a salvo de los pescadores, que tienen prohibido adentrarse en todo el territorio del Parque Natural.

Conocido desde los años 70 por los escasos submarinistas que se atrevían a desplazarse hasta una zona tan aislada, la presión de este colectivo logró en 1988 que el Gobierno de Filipinas se comprometiera a proteger Tubbataha y los cercanos atolones de Basterra y Jessie Beazley.

En ese momento, sus bancos de peces ya habían sido descubiertos por los pescadores, que comenzaban a hacer su agosto cazando enormes atunes, meros y rayas.

Dos décadas después, Tubbataha presume de las mayores concentraciones de biodiversidad marina de todo el planeta y sus corales gozan de un envidiable estado de salud.

Según pudo comprobar Efe, en Tubbataha destaca la ausencia de la temida estrella de mar conocida como "corona de espinas", el mayor enemigo de los pólipos, los pequeños organismos que forman el coral.

Apenas se ven escombros de coral muerto, y así los submarinistas disfrutan en cada barrera de una explosión de vida marina a la que la mayoría no está acostumbrado, por tamaño y variedad.

En 1993, la UNESCO reconoció el valor único del santuario con la declaración del lugar como Patrimonio de la Humanidad, y hace dos años, la presidenta filipina, Gloria Macapagal Arroyo, duplicó su perímetro hasta casi mil kilómetros cuadrados.

Arroyo, gran aficionada al submarinismo, practica este deporte en Tubbataha siempre que tiene oportunidad, y recientemente decidió que la reserva se presente como la candidata de Filipinas al concurso que en 2010 elegirá las "Siete Maravillas Naturales" del mundo.

Durante la temporada de buceo, que se extiende de marzo a junio, los pescadores eluden faenar en estas aguas por temor a los submarinistas, que alertan de inmediato a las fuerzas de seguridad si avistan un pesquero.

"Nos tienen miedo, saben que les delataremos porque no queremos que estropeen la zona protegida", explicó a Efe Paul Ancla, jefe de la expedición del "Borneo Explorer", un crucero de submarinismo que efectuaba su último viaje de 2008.

Pero el resto del año, algunos pescadores sí prueban suerte, y la mayoría son aprehendidos por los efectivos del puesto de control de la Armada y la Guardia Costera, que son los únicos "habitantes" de Tubbataha.

Estos vigilantes residen en un pequeño barracón de hormigón en el que se resguardan de los tifones y se relevan cada dos meses para que en ellos no haga mella el aislamiento del lugar, donde sólo disponen de un teléfono por satélite para comunicarse con el exterior en casos de emergencia.

Pese a su enorme extensión y los planes de realizar exploraciones petrolíferas en el Mar de Joló, a unos 700 kilómetros al suroeste de Manila, el santuario también estará excluido de todos estos proyectos, pues los sistemas de detección de pozos submarinos dañarían el coral.

Las compañías petroleras habitualmente emplean un mecanismo de exploración sísmica con disparos de aire comprimido desde la superficie que tendría un efecto similar al de la pesca con dinamita que ha destruido tantos arrecifes en el Sudeste Asiático.

Con más de 7.000 islas, Filipinas es el segundo archipiélago de mayor biodiversidad del planeta, sólo superado por Indonesia.

Sin embargo, al igual que el país vecino del sur, sus corales sufren las consecuencias de la pesca abusiva, la explotación turística de las zonas costeras, la corrupción y la falta de un plan integral para proteger el ecosistema marino.

Menos del cinco por ciento de sus cerca de 25.000 kilómetros cuadrados de arrecifes se encuentran en estado óptimo, según datos del Banco Asiático de Desarrollo.