"El hecho de que los astronautas llegaran sanos y salvos, es un milagro. Todo pudo acabar muy mal. Podríamos decir que la situación transcurrió sobre el filo de la navaja", dijo la fuente a la agencia Interfax.

La Soyuz TMA-11 en la que regresaron el cosmonauta ruso Yuri Malenchenko, su colega de la NASA Peggy Whitson y la primera astronauta surcoreana, Yi So-yeon, aterrizó a 420 kilómetros del lugar previsto tras trazar una trayectoria balística -caída libre- durante su descenso.

Anteriormente, según el Centro de Control de Vuelos Espaciales (CCVE) de Rusia, el módulo ruso únicamente se había desviado en dos ocasiones de su curso: en 2003 y en 2007.

"Como resultado del sobrecalentamiento se quemó la escotilla de salida, se fundió la antena del transmisor, por lo que se perdió la comunicación. Y también se quemó la parte exterior de la válvula que equilibra la presión en el interior de la nave", señaló la fuente.

Eso pudo haber provocado la despresurización del aparato a gran altura, lo que hubiera causado la muerte segura de sus tres ocupantes.

"Además, si el calor hubiera traspasado la escotilla, o si se hubieran quemado los contenedores con los paracaídas, la tripulación no habría sobrevivido", añadió.

Por otra parte, señaló que el hecho de que se repitiera por tercera vez la caída libre de una Soyuz refleja problemas en el mantenimiento técnico de las naves espaciales rusas.

"No hay garantías de que tal experiencia no se repita con la próxima tripulación de la Soyuz que aterrizará dentro de medio año", aseveró.

Las Soyuz rusas fueron el único eslabón entre la Tierra y la plataforma orbital desde la catástrofe del transbordador estadounidense Columbia en 2003 y hasta que la NASA reanudara esos vuelos el pasado año.