La comunidad local de aficionados al buceo asegura que más de cien animales han sido capturados ilegalmente desde principios de año en la provincia de Batangas, a unos 150 kilómetros al sur de la capital.

En respuesta a las denuncias, las autoridades han puesto en marcha una investigación para poner fin a estas actividades de pesca ilegal, pero admiten que será muy difícil arrestar a todos los furtivos, muchos de los cuales faenan de noche y sin luces para eludir a la Guardia Costera.

Así, el riesgo de que acaben con la presencia del animal en la zona es grave y la amenaza muy real, según Simon Oliver, un biólogo marino estadounidense experto en estos escualos.

Oliver se encuentra en Filipinas para estudiar el llamado Pasaje de Isla Verde, brazo de mar que separa a Batangas de la isla de Mindoro y que dispone de una de las mayores concentraciones de biodiversidad marina del archipiélago.

El tiburón zorro o zorro marino (alopias vulpinus), que está en la lista de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, puede llegar a medir hasta seis metros de largo desde la punta del hocico hasta el extremo de su aleta caudal.

Su característica distintiva es su larga cola, que suele medir lo mismo que el resto del cuerpo y que emplea como principal arma para capturar sus presas.

Cazador solitario, rodea a los bancos de peces mientras golpea con fuerza la superficie del agua para lograr que se asusten y se agrupen, y en un ataque posterior, los aturde con fuertes coletazos antes de devorarlos en la última embestida.

Tal es el dominio y la fortaleza de su descomunal aleta caudal que puede apresar con la misma técnica aves marinas que se posan en la superficie.

Sería capaz de decapitar a un hombre adulto si se cruzara en su camino, afirman los científicos, que sin embargo no lo consideran peligroso para el ser humano.

Aunque habita las aguas tropicales de todos los océanos e incluso del Mediterráneo, su extrema timidez y costumbre de alimentarse lejos de la costa hacen casi imposible que pueda ser observado por los submarinistas.

Pero al sur de Batangas, la isla de Malapascua se ha convertido en los últimos años en una de las zonas más visitadas por los aficionados al buceo, tras hallarse un área donde estos tiburones pueden ser observados casi cada día.

Allí, los avistamientos de tiburones zorro han propiciado la creación de una pequeña industria de ecoturismo centrada en el buceo que ha reavivado el desarrollo de la comunidad y dado trabajo a decenas de pescadores que antes malvivían con escasos ingresos.

"¿Por qué no hacen lo mismo en Batangas?", se preguntó Leo Mendoza, quien lleva casi tres décadas practicando el submarinismo en la provincia, pero nunca ha podido contemplar en sus aguas a uno de estos escualos.

Mendoza, presidente del grupo de buceo "Aquanuts", explicó a Efe que los pesqueros normalmente venden cada tiburón zorro que capturan por unos 16.000 pesos (menos de 400 dólares), cuando cada día podrían obtener 6.000 pesos (casi 150 dólares) sólo por dejarlo vivir y llevar en barco a seis turistas para avistarlo.

Pese a que la captura de los escualos está terminantemente prohibida, en los mercados se continúa vendiendo su enorme cola, ingrediente principal de la sopa de aleta de tiburón, una exquisitez culinaria para chinos y japoneses.

La costumbre de desmembrar a los escualos y luego devolverlos al mar ha llevado a una reducción del 75 por ciento sus poblaciones en Asia, según los grupos conservacionistas.

Filipinas, el segundo mayor archipiélago del mundo, cuenta con una inmensa riqueza de fauna y flora marina, pero ésta se encuentra en gran peligro por la devastación de los arrecifes de coral a causa del cambio climático y por la pesca con explosivos y cianuro.