Dicen por ahí que la venganza se sirve fría, aunque Raúl Arévalo demuestra en "Tarde para la ira", su estreno como director, que como realmente sienta bien es cruda, feroz, sin disimulo, sin aderezos, como un Peckinpah de la vida.
Quien siga la ajetreada narrativa sin marearse, porque en esta road movie nadie se está quieto, y menos la cámara disfrutará de un thriller tenso, dinámico y brillante, a la par que torvo, sucio y descarnado.
El Arévalo actor se expande y accede a la categoría de prometedor cineasta. En "Tarde para la ira", cuyo mayor mérito está en la sensación de verdad que transmite, que entra por los sentidos, promete, y cumple, un talento resolutivo y vigoroso en el ritmo y la narración, que se complementa con su buena vista (y mano) con los protagonistas.