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Un italiano en Japón

"Cuadernos japoneses" es el nuevo trabajo de Igort, que se aleja de la cruda denuncia política de sus anteriores novelas gráficas para entregar una carta de amor a la cultura e historia niponas

Igort no es ningún recién llegado al mundo del cómic. Su larga carrera arrancó en las vanguardias italianas cuando en los primeros ochenta funda el grupo Valvoline junto a otros jóvenes renovadores del medio como Lorenzo Mattotti o Daniele Brolli -hasta el norteamericano Charles Burns andaba por allí-. En el seno del grupo encontramos en Igort a un joven con ansias de ruptura, que integra en sus cómics las vanguardias artísticas del s. XX.

Imagen de "Cuadernos japoneses", de Igort.

Trabajará también, durante los noventa, en el mercado japonés donde se enamorará de ese país y cultura. Un europeo de impronta pictórica, con querencia por los géneros narrativos clásicos y la cultura norteamericana, que se empapa del modo nipón, su "métrica", el gusto por la pausa y su especial visión de la diagramación de la página. Avanzando siempre según su experiencia profesional o vital, el fundador de Coconino Press -editorial surgida en 2000 y que es hoy una de las más importantes en Italia- ha sabido mantener hasta hoy una respuesta visceral y desprejuiciada a los cambios necesarios para sus intenciones autorales.

Ucrania y Rusia

Ahora, en el siglo XXI, el italiano enfrentó la necesidad de hablar de la Ucrania superviviente de los programas estalinistas de extermino por hambruna en "Cuadernos ucranianos" (2010, editado en 2011 por Sins Entido en España). Una obra que inicia un camino hacia el despojamiento. Una cualidad que nos desarma, dado el grado de refinamiento de sus pretéritos trabajos, cercanos al mencionado Mattotti pero también a David Mazzuchelli, a José Muñoz e incluso a propuestas ochenteras de ruptura como la revista "Madriz". Despojamiento que recrudeció en "Cuadernos rusos" (Salamandra Graphic), una investigación sobre el caso de la periodista asesinada Anna Politkóvskaya. Relatos de gran crudeza que han dado paso a un nuevo giro en "Cuadernos japoneses", editado en castellano por Salamandra Graphic.

Aunque el título pareciera indicar cierto grado de continuidad, este acaso se da solo en lo gráfico, aunque sin muestras de inmovilismo. Igort ahora se centra en transmitirnos su pasión por Japón, lugar que evidentemente conoce muy bien y de primera mano. Estos cuadernos suponen una carta de veneración hacia el país que le acogió durante varios años. A través de sus páginas, y siempre desde la primera persona, Igort relata historias ancestrales, episodios históricos, encuentros personales con artistas del manga o el cine, o las maneras (casi despiadadas) de la industria del manga, verdadero motor industrial en el país.

Imagen de "Cuadernos japoneses", de Igort.

La obra también brilla en los momentos casi zen y los espacios más contemplativos. La descripción de un paseo entre jardines, los nimios signos culturales del comportamiento del ciudadano nipón, el poso impresionista en la mirada y las evocaciones del dibujante. "Cuadernos japoneses" destaca por encima de todo por saber transmitir una sensación cruzada entre la añoranza, la admiración y el amor por una civilización ajena y lejana, pero fascinante para Igort.

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