Robert Goodin es un autor que se gana las lentejas en la industria de la animación y que en ratos libres va haciendo cómics, su pasión. Tiene varios trabajos publicados como "The Man Who Loved Breasts" y "Binibus Barnabus" y ha participado en la antología "Mome", de Fantagraphics. Esta editorial avala la publicación de "Los Kurdles" y no es aval menor: Fantagraphics es la editora de Daniel Clowes, "Love and rockets", Charles Burns y Chris Ware. No pongamos a ese nivel a Goodin, pero bien, digamos que su cómic, un relato para niños delicioso y de sabor agridulce, está alojado en el sitio correcto.
Este libro trata sobre Sally, una osita de peluche a la que su dueña tira por la ventanilla del coche en un arrebato. Buscando volver a casa conocerá Kurdleton, hogar de una pandilla digna de Lewis Carroll. Tienen un problema: a su hogar le está creciendo pelo y naciendo ojos. En menos que canta un gallo, se pondrá a cantar. Luego vendrán los pies y la casa se largará dejando a los Kurdles sin hogar. ¡Hay que hacer algo!
En tono remite a cierto desasosiego surrealista, a "Alicia en el país de las Maravillas" (el libro, no la versión edulcorada Disney), y a Beatrix Potter. También al Tío Gilito de Carl Barks o el "Bone" de Jeff Smith, "Toy story" y los Moomin.
El resultado es un cuento inesperado, divertido y extraño que puede ser un imán para el lector infantil. Además, todo lo redondea el dibujo preciosista y amable, el suave colorido apastelado y unas páginas que se mecen en diseños ortodoxos pero vivaces, siempre cambiando (ninguna página está diseñada como la anterior), así como, claro, unos personajes interesantes y muy curiosos.